Por Miguel A. Brevetta Rodríguez.
A
mediados de los sesenta, a la salida del Colegio San José, la plaza Libertad se
había convertido en nuestro punto de encuentros, en donde motivados tal vez por
las costumbres de la época, acostumbrábamos a circundar sus alrededores
mientras programábamos el destino de la noche.
La
conocida “vuelta del perro” (1) era una especie de ritual que se cumplía inexorablemente
los días sábados y domingos generalmente entre las 19 y 21 coincidentes con la
culminación de las misas vespertinas de la Iglesia Catedral.
En
nuestra misma trayectoria circulaba un
simpático personaje, de baja estatura, llamativa estampa, que por lo notoria,
afinaba con los ritos que signaron la elegancia de los años 30. Su poblada
cabellera ensortijada y brillante por los efectos de la gomina, conformaban un
rostro picaresco, en donde se destacaban unos bigotes hábilmente trabajados
como corolario de horas con paciencia y habilidad.
Resultaba
sorprendente su actitud de “aparecer y desaparecer” en simultáneo con atuendos
diferentes, sacos, corbatas, moños y en algunas oportunidades asistirse con
algún paraguas o un bastón, para marcar el garbo característico de una silueta
culta y distinguida que paseaba sin prisa serpenteando la explanada.
Nunca
nos pasó desapercibido, como tampoco dejamos de interrogarnos respecto a su
identidad. Después supimos, por el mismo, su nombre completo: Marcelino Rafael
Antonio Vozza Solá, hijo del ingeniero Pedro Vozza y de María Placida Solá
Place; “Chito” para los amigos, que fue
lo que precisamente desbordaba en su personalidad, una simpatía si limites, que
buscaba consolidar lazos amistosos, porque estaba seguro de que cada uno de
nosotros, era el hijo de sus tantos amigos. Lo que resultaba ser verdad.
“
Y allí estaba don Marcelino Vozza Solá con la palabra oportuna y chispeante
hasta convertirse el también en un centro de atracción que fraternalmente se dispensaba
a todos La vida de relación, la cultura de sus modales, y su inconfundible
perfil físico y espiritual, constituyeron los aspectos salientes de esa
existencia nimbada de inquietudes románticas. La pasión por la música y las
letras, la cita literaria a flor de labios o la inserción de un acontecimiento
histórico, en nuestra diaria realidad social y política, fueron vertientes
inseparables de su persona en el centro de toda rueda de amigos. Allí se
encontraba a sus anchas y hacía gala de expresiones ingeniosas cuya cordialidad
encontraba fáciles ecos sin provocar resentimientos. “ (2).
Supo
ser alumno destacado del Colegio Nacional Absalón Rojas y más tarde estudiante
de Abogacía en la Facultad de Derecho en la ciudad de Tucumán. Fue un
autodidacta de características singulares razón por lo que abordaba variadas
disciplinas en sus múltiples conversaciones. Tuvo un paso fugaz por la arena
política que lo llevó a ocupar un cargo en la intervención a la comuna de Frías
y también acompañó al doctor Luis Pericás
en el Ministerio de Gobierno.
Emotiva evocación a “Chito” Vozza. |
No
se sabe con certidumbre las causas del deterioro en la salud de nuestro rico
personaje que alguna vez fue parte del paisaje santiagueño, “pero ni la
fragilidad de las posiciones ni el encono de las pasiones partidarias dominaron
su personalidad; de ahí que volviera siempre a la vida cotidiana en la
seguridad de reencontrarse con sus amigos sin una sola defección. Y aun, en los
últimos años, ya enfermo, y alejado de toda actividad, su espíritu sociable le
hacía prodigarse en el saludo amable y la frase galana, como si aun quedaran en
su alma los ecos de una manera de ser tan personal y característica.” (3).
El
veintitrés de marzo de 1985 ya septuagenario dejó de existir en nuestra ciudad
que hoy lo recuerda y reconoce como a uno de sus “personajes populares santiagueños”.
Fuente:
1- (pop) Costumbre de la gente joven del
interior del país de pasear en las plazas públicas, transitando las mujeres en
un sentido y los hombres en otros, para encontrarse en cada vuelta de frente, y
a veces dirigirse la palabra.
2-
y 3, L.A.L., diario El Liberal,
26/3/1985.
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