Por Damián Glanz, en TN.com
Cuando
la discusión sobre las tensiones en el Gobierno entran en el cálculo sobre
quién acumula más poder, los funcionarios con más influencia en el Gabinete
suelen responder con una frase: “Ustedes se olvidan del factor Macri”. Eso
significa que no son las piezas las que se codean para ganar posición, sino la
mano del Presidente la que ordena el tablero. El esfuerzo puesto en fortalecer
la figura del jefe de Estado tiene un efecto con consecuencias impredecibles:
Mauricio Macri está pagando caro los errores de su equipo, porque son sus
propios errores. Hoy, no hay nada que debilite más al Presidente que la
estrategia para fortalecerlo.
Macri
construyó su candidatura y la imagen de su gobierno en contraposición a lo
anterior: “honestidad” frente a “corrupción”, “capacidad técnica” frente a
“despilfarro”, “verdad” ante “la mentira”, “diálogo” como respuesta al
“enfrentamiento”. Los episodios postal y jubilatorio hicieron de ese juego de
opuestos un sancocho que demolió la estrategia oficial y con ella la imagen del
Presidente.
¿“Errores técnicos”?
No hay nada que hoy
debilite más a la figura presidencial que la estrategia que eligió el Gobierno
para fortalecerla.
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A
fin de año, las salidas de Alfonso Prat Gay y Carlos Melconian fueron
justificadas en la necesidad de mejorar el trabajo en equipo, es decir,
consolidar la herramienta del poder presidencial: “El factor Macri”. Para
defender esa estrategia, decidió hacerse cargo de dos decisiones que lo afectaron
gravemente: la reducción de las jubilaciones y el acuerdo con el Correo
Argentino SA. Se escudó en errores técnicos. Fueron más que eso.
El
escándalo sobre el porcentaje sobre el aumento de jubilaciones y la AUH dejó
una conclusión alarmante: el “equipo” es capaz encontrar una solución “técnica”
a la fórmula que se usa para calcular el incremento semestral con una rebaja de
haberes que recibe el sector más vulnerable de la población. “Son 24 pesos”,
minimizaron desde el Gabinete. Otra conclusión alarmante: el desconocimiento de
lo que representa medio kilo de pan para la mesa de una familia pobre deja en
evidencia las carencias que tiene el Gobierno para afrontar la crisis social.
Antes
de montarse sobre el juego de los opuestos, Macri transitó otro camino, el de
los “prejuicios”. Durante años, la comunicación macrista pasó por dotarle al “hijo
de Franco” el perfil de un dirigente con sensibilidad social y preocupación por
la cosa pública. El tropiezo (“la solución a un problema técnico”) de Emilio
Basavilbaso plantó a su jefe frente al espejo de la década “olvidada”. El
episodio postal profundizó el problema: ahí apareció la sombra de la patria
contratista, otro capítulo central de los “prejuicios”.
El Correo y la familia
“No previmos un mecanismo de difusión”, se
justificó el Presidente luego de anunciar que había instruido volver todo a
“foja cero”. Como pasó con las subas del gas del año pasado: volvimos a los
problemas de comunicación. La transparencia y la difusión son cosas distintas.
Acá
también hay una salida técnica que complica el panorama político: a menos que
la familia presidencial no retire todas las demandas que tiene contra el
Estado, no hay posibilidad de volver todo a foja cero. El plan acordado entre
el Ministerio de Comunicaciones y Correo Argentino SA parte de una premisa: los
accionistas pretenden pagar lo que adeudan con el dinero de los juicios que
iniciaron por la rescisión del contrato de concesión que decretó Néstor
Kirchner.
Macri
espera que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial le ofrezca una
solución a un problema que está sujeto a lo que ocurra en el fuero Contencioso
Administrativo Federal. Ahí, la familia Macri le reclama al Estado más de 2.000
millones de pesos en concepto de daños y perjuicios.
Primero
debería saldarse ese juicio para determinar si corresponde o no ese reclamo. De
lo contrario, cualquier acuerdo podría suponer que hay una compensación entre
ambos litigios cruzados. Si el plan de la “foja cero” tiene éxito y el ministro
Oscar Aguad logra retirar el acuerdo firmado en junio, al menos el Presidente
tendrá una certeza: la familia no deberá pagar 4 mil millones de pesos, porque
sin “acuerdo” no hay “abuso”, como definió la fiscal.
En
la misma semana, el Gobierno cayó en dos “errores” graves en materia
institucional. Primero, al instruirle desde la Casa Rosada a la Auditoría
General de la Nación una asesoría que solo el Congreso puede decidir. Y luego,
hizo lo mismo pero con el Poder Judicial. En ese caso el problema es mayor: la
Ley de Quiebras solo habilita a los jueces a homologar o rechazar un acuerdo
entre las partes, pero no están facultados a ofrecer pautas del acuerdo.
Macri
quiere que la Justicia, en una suerte de junta médica interfueros, ofrezca una
salida al conflicto de intereses desatado. No hay fallo judicial que le permita
a Macri dejar de ser Macri. En este debate o pierde su familia o pierde el
Estado. No hay empate posible. El “factor Macri” también es su pasado.
“La acumulación de errores desgastan”,
reconoció el jefe de la bancada radical, Mario Negri. Y Macri decidió el camino
del desgaste, porque es su propio fusible. No hay nada que hoy debilite más a
la figura presidencial que la estrategia que eligió el Gobierno para
fortalecerla.
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