Difícil papel el que tiene que protagonizar el radical Gerardo Zamora: congraciarse a diario con el kirchnerismo para aparecer como el soldado más leal, más incondicional.
Venía, en verdad, manejándose con criterio. Jugándose discretamente.
Llamó la atención, entonces, cuando quiso ocupar el lugar en el que juegan atacantes como los Aníbal Fernández o los Luis D’Elía.
Por ejemplo, sin ton ni son, tardíamente, le dijo a la agencia oficial Télam que Elisa Carrió cometió “traición a la patria” y actuó “vergonzosamente” cuando remitió notas a las embajadas extranjeras, en Buenos Aires, con un análisis descarnado de lo que es el kirchnerismo y la crisis argentina.
"No podemos mandarles cartas a las embajadas de los países diciéndoles que nuestro país es una porquería, eso en cualquier nación civilizada es traición a la patria”, opinó.
Queda claro que Zamora respondió a un pedido de los Kirchner, pero el error político fue solicitarle que replique a destiempo, porque las notas de “Lilita” a las embajadas habían sido remitidas varias semanas antes.
Pero, además, no se puede contestar como un autómata: sin razonamiento lógico, sobre todo cuando se está lejos de la entidad moral, intelectual y política de la persona que se elige para criticar.
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