Por Roberto Azaretto
La palabra cleptocracia es de origen griego: Cleptos significa ladrones y Cracia se interpreta como poder o gobierno. Cleptocracia es el gobierno de los ladrones.
La Cleptocracia es un sistema político donde la confusión entre lo público y los privado es lo común y las decisiones del gobierno se toman en función del enriquecimiento de los más altos magistrados sean nacionales, provinciales o municipales.
Es mucho más que la corrupción ocasional de algún funcionario que puede ser descubierta fácilmente y castigada por la justicia. En ese caso se trata de evitar la impunidad. El que las hace las paga.
La Cleptocracia es un sistema, y los distintos estamentos y poderes del estado están al servicio de la misma porque implica necesariamente una red de complicidades que van desde los funcionarios ejecutivos, congresistas, fiscales y jueces, medios de comunicación y los empresarios que se integran al sistema con el pretexto de sobrevivir.
Una de las características de la Cleptocracia es el ataque a los empresarios que no entran en el juego y a los medios de prensa independientes. Es más la Cleptocracia se viste de ropajes de falsos “progresismos” de cierto nacionalismo económico demodé e ineficaz y un discurso populista de farsantes, pues en ese tipo de régimen el pueblo, en sus capas sociales de menores ingresos, es la principal victima del sistema.
Hace varias décadas que el problema de la corrupción se está tornando grave en el país con un incremento notable en el gobierno de Menem, Eso se vio favorecido por la conformación de una justicia federal de escasos antecedentes académicos y de una preocupante amoralidad.
El control de la comisión de acuerdos del Senado de la Nación, por parte de un personaje grotesco de la política, como fue el señor Feudal de Catamarca Vicente Leónidas Saadi, y luego “la servilleta de Corach” nos han dejado consecuencias terribles en la conformación del fuero federal. En Buenos Aires personajes venales y al servicio del poder. En algunas provincias jefes de bandas de narcos y piratas del asfalto han ocupado los puestos de mayor jerarquía.
Las reformas constitucionales de 1994 que dieron lugar a la creación del Consejo de la Magistratura y al Ministerio Público y la obligación a concursar los cargos no han dado resultado pues muchos concursos son una farsa y cuando son serios designan a los que están con pocos puntos en detrimento de los mejores calificados por la intromisión permanente del poder político.
Para simplificar podemos decir que en otros tiempos el problema era de coimas, cuyo porcentaje fue en aumento, elevando los costos de las obras y los servicios licitados.
Ahora el poder no se conforma con las coimas, ahora como bien escribe Luis Majul y bien titula su libro “El Dueño”, se trata de apoderarse a bajo precio de la riqueza obtenida con su esfuerzo, inversión y trabajo por otra gente a la que se obliga a ceder a los detentadores de poder político una parte de ellas.
Al servicio de esa política están las agencias del Estado como la Afip, la Oncca, los servicios de inteligencia y el aparato de difusión estatal con la cooperación de personajes como Luís D Elia y dirigentes sindicales como Hugo Moyano cuyas obras sociales no resisten una auditoría son en su mayor parte cómplices del Señor Zanola en la infamia de la producción y venta de medicamentos truchos, verdadera violación a los derechos humanos. Estos y gran parte de los empresarios que comieron días pasados en Olivos, son los responsables de la crisis argentina.
No habrá seguridad jurídica, indispensable para las inversiones que dan trabajo ni seguridad personal, sino se termina con el régimen cleptocrático. Para eso es clave que la gente en general, los políticos en serio, los medios, los empresarios, los nuevos gremialistas levantemos más alto nuestras voces.
Dejemos de hablar o quejarnos en privado, para hacer públicos los reclamos para que seamos una República representativa que recupere los valores éticos que nos legaron los padres fundadores y defender, los que vivimos y producimos en las provincias, las autonomías, que solo se fortalecerán con una actitud decidida en el Congreso para recuperar los recursos de los que se apodera la cleptocracia, para subordinar a las provincias argentinas a sus proyectos personales, que por otra parte han fracasado.
Su único y lamentable éxito ha sido el enriquecimiento de ellos y sus amigos, ayudados por gente de la calaña de Oyarbide, un juez que debió ser destituido hace años.
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