sábado, 9 de enero de 2010

Predicar en el desierto

Miguel A. Brevetta Rodriguez

¿A quiénes podrían importarles las predicas en el desierto? Fluyen los quijotes en el ejercicio de la adulonería. Nadie opina porque le puede costar el magro conchabo que les da de comer. Lo cierto es que orfandad y el desinterés circulan plácidamente por los pasillos en donde debieran elaborarse planes culturales serios, idóneos y competentes que colmen las expectativas de una comunidad desamparada de los beneficios de la cultura.

Son varios millones de pesos los destinados al área cultural. Varios millones no justificados, -en muchos casos al estilo Alegre-, camuflados como pertenecientes a otros rubros, a veces disfrazados de subsidios destinados a instituciones de las denominadas fantasmas, pero con titulares de carne y hueso, nombre y apellido.

Nunca conocimos un plan cultural en Santiago del Estero, tampoco planillas de rendición de cuentas pertenecientes a ese espacio. Transitamos un enero vacío de contenidos recreativos, como con seguridad, lo será el mes siguiente y así sucesivamente hasta que la iniciativa privada aporte algo de lo suyo. Caso contrario, tanto la subsecretaria de Cultura, como la dirección general –que no sabemos su razón de ser- museos y otras dependencias afines, solo sirven para adornar un organigrama y para el cobro de sueldos, por nada.

El aislamiento voluntario, en donde se colocan algunos funcionarios para nada contribuye a la toma de conciencia del descuido en que se encuentra nuestro acervo intelectual.

No ven, no sienten, no leen y tampoco quieren escuchar cuando se les señala las magras realizaciones en que vienen incurriendo. Cuando se les aportan ideas superadoras, miran para otra parte o hacen lo contrario, tal si fuesen especialistas en las aéreas en que asumieron, sin importarles los pésimos resultados obtenidos, a lo largo de varios años de inútil gestión.

El miércoles 30 de diciembre, en horas del medio día, asistimos involuntariamente a una suerte de explosión cultural pergeñada, como todos los años, en la vereda de una céntrica confitería ubicada al frente de la Plaza Libertad.

Desde horas tempranas, las mesas del antiguo Barquito Bar se fueron poblando de artistas santiagueños residentes fuera de la provincia, que como es natural, retornan a sus ancestros para celebrar las fiestas de fin de año. Pudimos ver a Peteco y a Cuty Carabajal, a Juan Saavedra, Carlos Miguel Fuentes, Eduardo Manzur, entre otros. Destacados bailarines y bailarinas del medio, artesanos, pintores, actores y militantes de la cultura popular departiendo fraternalmente las cosas de Santiago.

Los peatones de paso por el lugar abandonaron sus quehaceres para presenciar y aplaudir a sus artistas que improvisaron en la vereda, un recital con lo mejor de sus interpretaciones. Todos los presentes, allí mezclados bailaron al son de la zamba, el escondido y la chacarera, conformando así un paisaje emotivo y sentido que debiera repetirse en forma permanente.

En el mismo lugar, escuchamos a varios turistas, que asombrados por el encuentro espontáneo de músicos santiagueños, destacaron la sencillez y la originalidad del espectáculo. También escuchamos a los artistas, despotricar en contra de los jerarcas que administran los fondos de la cultura provincial: ¡Tanto dinero presupuestado en mano de estos inexpertos es un verdadero despropósito… ! ¡Ojalá que los cambios lleguen con el nuevo año…! Y del mismo tenor otras expresiones, que por conservar el buen gusto, no reproduzco en esta nota.

En este día de Reyes, quisiera pedirles que alguien con poder de decisión me escuche o lea estas líneas, así termina mi predica por el desierto.

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