domingo, 26 de diciembre de 2010

El padre Pepe, ciudadano ilustre, viene a Añatuya

Editorial del diario La Nación.
“Pepe”, amenazado por narcos porteños, viene a sufrir en Añatuya junto a los pobre de Santiago.
El sacerdote José María Di Paola -más conocido por muchos argentinos como el padre Pepe- ha sido declarado ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires por la Legislatura porteña. Una distinción que se le otorga cuando Di Paola, coordinador del equipo de sacerdotes de las villas de emergencia 21 y 24, va a cambiar su labor misionera aquí por la ciudad de Añatuya, en Santiago del Estero, en donde seguirá ayudando a aquellos a los que la pobreza los condena al hambre y el desamparo.
Las razones de la designación fueron, según los legisladores impulsores del proyecto, "porque el padre Di Paola es una suerte de prócer para los 30.000 vecinos de la villa 21-24 que recurren a él y a su equipo de colaboradores y personas solidarias".
La labor de los sacerdotes encabezados por el padre Di Paola ha sido tan importante que permitió devolverles a los habitantes porteños de las villas no sólo una identidad, sino hacer conocer a muchos que allí donde ellos viven, en las villas, se dan las primeras víctimas de la pobreza y de ese flagelo social cada día en alza, que es la droga, justamente por la ausencia manifiesta del Estado en el desarrollo de políticas educativas, de salud y sociales.
La mayoría de la gente de las villas, como nos recordó a todos más de una vez el padre Pepe, son solidarios, trabajadores, pacíficos y con un gran sentido religioso, el mismo que los ha mantenido unidos muchas veces contra la inclemencia de los miles de problemas que deben afrontar.
Sin embargo, la labor pastoral de Di Paola -la misma que ahora se ve reconocida con la designación de ciudadano ilustre- y de su equipo fue la que les valió a todos los integrantes un ultimátum de parte de las mafias del narcotráfico para que cesaran en sus denuncias. Sin embargo, los dirigentes no ignoran que, como lo dijo en una reciente entrevista otro cura villero, el padre Rodrigo Zarazaga, "cada vez que un puntero tiene que garantizar la presencia de grupos de choque, barrabravas de algún club o lo que sea, lo hace repartiendo droga".
Efectivamente, la droga ha transformado a los más pobres en rehenes. Por ello, la presencia de religiosos como José Di Paola y el resto de los sacerdotes de su equipo, con la autoridad que les ha dado estar todos los días trabajando codo a codo con los habitantes de la villa para tratar de solucionar problemas ante la indiferencia de aquellos que por sus cargos deberían ser los primeros en ocuparse, se ha vuelto un "peligro" para las mafias que hacen sus negocios allí.
El gran aporte del padre Pepe merece, sin duda, un reconocimiento de parte de los porteños como el que se ha decidido, y seguramente los fieles de Añatuya lo recibirán con los brazos abiertos, dispuestos a acompañarlo ahora en este tramo de su misión como sacerdote. Lo único que es de lamentar es que siempre quedará la sombra de la duda de si las fuerzas oscuras de la droga han sido las que obligaron a su alejamiento y ganaron así la partida contra la legalidad, el amor y la solidaridad.

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