miércoles, 29 de junio de 2011

Robar, ¿es un derecho humano?

Por Malú Kikuchi.
Zamora, Kirchner, Hebe de Bonafini y Hugo Infante.
A esta altura de los acontecimientos, pareciera indiscutible que Sergio Schoklender es responsable por algunos negociados realizados a través de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, devenida en empresa constructora de casas, en principio para personas necesitadas.
Son demasiados los datos precisos al respecto. Desde su abultado e inexplicable patrimonio personal, pasando por el “country” El Patacón en la zona de Pilar, donde 7 de las casas están construidas con materiales de la Fundación y escrituradas a nombre de los hermanos Schoklender y de la mujer de Sergio; se acaba de descubrir otro avión de su pertenencia, pasando por los contratos firmados y no cumplidos con diferentes municipios de distintas provincias argentinas.
¿Recuerda el alud de Tartagal a principios del 2009? El 17/2/09, el intendente Leavy firmó con la Fundación Madres un convenio para construir 350 casas. El 25/2/09, en la inmobiliaria Rivadavia, firma Guanini, en presencia del intendente Leavy, Sergio Schoklender pagó en efectivo $80.000 como adelanto por 10 hectáreas que costaban $500.000 y pagó $20.000, en efectivo, a cuenta por otras 10 has.
En marzo 2009 pagaron $170.000 y de los $47 millones entregados por el gobierno nacional a la Fundación, para la construcción de viviendas en Tartagal, nunca más se supo nada. Las casas no se construyeron.
La cuenta es simple, 80.000 + 20.000 + 170.000 suman 270.000, si los restamos de 47.000.000 el resultado es de $46.730.000. Dejar sin techo y en nombre de los DDHH a personas necesitadas es un muy, pero muy redituable negocio. Y esto es sólo un ejemplo.

Cómplices

¿Nadie se enteró que los millones de pesos de todos los contribuyentes argentinos, graciosamente donados por el gobierno nacional a la Fundación, desaparecían sin haber cumplido la mayoría de aquello que se habían comprometido a realizar?
¿Nadie desde el gobierno nacional, o los gobiernos provinciales o municipales, o la UIF (ante la que había sido denunciado el fraude) controló a donde iban a parar los millones de pesos? ¿Todos estaban tan, pero tan distraídos que no se enteraron? ¿Todos estaban mirando otro canal? Es difícil de aceptar.
No es cuestión que Sergio, condenado por doble parricidio (¡qué más se puede pedir!, toda otra acusación es leve comparada con esta), se le adjudiquen todas las culpas. Estas han sido compartidas de verdad, no como los “sueños compartidos”, que no lo fueron.
El chivo emisario es una figura bíblica. Se supone que carga con todos los pecados del pueblo y se lo sacrifica como acto de purificación. Si Schoklender es culpable del fraude atroz que significa estafar a los pobres en nombre de supuestos DDHH, y todo indica que sí, que es culpable, debe pagar.
Los demás, los que lo permitieron, a conciencia o sin saberlo, los que probablemente se enriquecieron tanto como Schoklender, también tienen que pagar. Sean quienes fueren, representen lo que representen, deben pagar.

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