Por Jesús María Alba, desde
Río Gallegos.
“Van
por Peralta” es el título que exhibía la pagina 39 de la revista Noticias del 8
de septiembre de 2012. El artículo firmado por Nicolás Diana comenzaba
describiendo una situación caótica de “días convulsionados” que soportaba el
gobierno de Daniel Peralta.
“El
gobernador no tiene a nadie que lo apoye” -decía la pieza periodística- y
atribuía esta aseveración a “los pocos peraltistas que quedan en el feudo.”.
En
una de las fotografías del artículo de marras, se muestra al gobernador a punto
de ascender a un automóvil y su epígrafe afirma que “Está tan aislado que a las
giras solo lo acompaña su chofer. En la Casa Rosada no le tienen confianza.”.
El
contenido del trabajo abundaba en tantas consideraciones descalificantes que no
sería desacertado ubicarlo en la categoría de brulote. No obstante ese carácter
panfletario, aquel artículo de verbo exagerado y mal intencionado exhibía
pinceladas de una perversa realidad política que emanaba del poder central a
modo de castigo para un mandatario que se negaba a la mansedumbre y -aun a
riesgo de su propia estabilidad política- resistía las embestidas que atentaban
en contra de la autonomía provincial; el federalismo y la institucionalidad de
la provincia.
Es
más, Peralta tuvo por aquellos tiempos (no muy lejanos) que enfrentar
internamente, efectos de la misma causa. Léase embates, muchas veces
virulentos, de un gran sector de la legislatura; fuertes enfrentamientos con la
iracundia de algunos intendentes y marcados desencuentros con cuadros de cierta
dirigencia gremial que -según sea el caso- debía demostrar obediencia debida a
la corona confrontando con Peralta o llevar agua para su molino aprovechando
las hipótesis de conflicto planteadas en cada ocasión.
Llego
hasta aquí con esta somera formulación de situaciones porque no es objeto de
este trabajo incurrir en el análisis o sus detalles; mencionarlas era menester
al solo efecto de contextualizar el rol
que le cupo al actual gobernador en esas circunstancias y como ellas le confirieron
un perfil y una estatura política que deberían ser el eje de la propaganda que
promocione el tercer mandato de gobierno al que aspira.
Parafraseando
a Friedrich W. Nietzsche podría afirmarse que el éxito en la política no se
mide por lo que se logra, sino por los obstáculos que se ha enfrentado en el
camino. Y el de Daniel Peralta en el ejercicio de su gestión, es un caso
paradigmático.
Piloto de tormentas
El gobernador Daniel Peralta, va por su tercer mandato en Santa Cruz, en pagos del kirchnerismo. |
Aun
a riesgo de ligarme el mote de lisonjero o adulador -condiciones que nunca me
han caracterizado y que, además, considero impropias de la ética periodística-
como militante cristiano mis aseveraciones abrevan en aquella sentencia de
Jesús: “Dad al César lo que es del César…”.
Bajo
esa concepción, aun sus más acérrimos detractores, no pueden desconocer que
Peralta fue un verdadero piloto de tormentas en la defensa de la
institucionalidad santacruceña. Que tuvo reflejos y habilidad para sortear los
más agudos intentos y las más patéticas maniobras políticas que agitaron a más
no poder las aguas de un mar proceloso que golpeaba con furia debajo de la línea
de flotación de una nave que las grandes olas lograban escorar pero nunca
consiguieron zozobrar.
Nobleza
obliga, a propios y extraños, reconocer que fueron tiempos difíciles,
intrincados; de mucha incertidumbre. Y aun hoy, y tal vez hoy más que nunca, la
historia presenta nuevos desafíos que exigen hombres y mujeres virtuosos; de
temple y expertos en ingeniería política.
Daniel
Peralta es uno de ellos. Y tal vez la nave insignia en el tormentoso océano de
la política actual. Sucede que el ejercicio de gobierno durante todos estos
años le ha sumado tanta experiencia política e institucional que han hecho de
él -con aciertos y errores; con éxitos y fracasos- una figura de insoslayable
dimensión política. Un líder, conductor y estadista al que resulta absolutamente
improcedente y hasta irreverente promocionar con el diminutivo de “Dany 2015” o
el híbrido “Dani & el” o cualquiera de estos inadecuados y, para nada
ingeniosos, recursos de dudosa eficacia publicitaria. Y este no es un detalle
menor.
Peralta
va por su tercer mandato. En los hechos esto significa -nada más y nada menos-
que se dispone a plebiscitar dos gestiones que tanto han enriquecido su
experiencia de gobernante como también -natural y lógicamente- han producido un
desgaste que merece ser considerado.
Estas
dos circunstancias son de importancia superlativa y no podrán soslayarse -y
mucho menos relativizarse- en la estructuración de una campaña publicitaria
seria, responsable, efectiva y
profesional como imperiosamente exige esta particular situación de
compulsa electoral.
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