viernes, 8 de mayo de 2009

Añatuya, detrás del paredón de Homero Manzi



Por Miguel A. Brevetta Rodríguez


El 17 de abril a las 22,30 el canal de aire América 2 puso en el aire el programa semanal Documentos América, que conduce el periodista Facundo Pastor.


Durante una hora se vio un documental relacionado con la ciudad de Añatuya donde se desarrolló una triste historia que siempre se conoció como trata de menores o mayores, sumisión o servidumbre, rufianismo y prostitución; todas prácticas delictuales a las que se creía superadas por el transcurso del tiempo.


El periodista llegó desde Buenos Aires con el dato cierto de que en nuestra provincia aún se llevan a cabo estas mañas ultrajantes, tan repudiables y anacrónicas, tan características de los regimenes mafiosos del siglo pasado, en donde la degradación del ser humano vale la misma moneda que una botella de alcohol o algún envoltorio para la fumata alucinógena.


Las cámaras de la televisión nos mostraron las imágenes de un pueblo arrodillado ante los embates de la miseria. Los mismos ranchos desolados y mustios subsistiendo al pie de centenarios algarrobos, esos que cobijan a las vinchucas y al mal de Chagas.


Las mismas distancias polvorientas, los animales sueltos a la buena de Dios y el rostro en blanco y negro de niños inocentes creciendo a la intemperie de los patios desnudos. Alias Brenda Cortez, la vimos negar en blanco y reconocer en negro.


Reseñó cuánto cobra por engañar a niñas menores, facilitar los medios para que sean llevadas a otras provincias, en donde sabe que serán abusadas sin consideración alguna, hasta sin piedad. El otro, un tal Juan Hoyos, escondido detrás del conductor de una moto, tapándose el rostro para no ser reconocido, cuando se supo descubierto.


Dos impresentables al comando de una organización delictiva, en total impunidad. Obvio, ambos sueltos, ante la mirada atónita de toda la República que conoció por medio de la televisión las alternativas de una serie-verdad, con protagonistas delincuentes como actores principales de la tragicomedia.


La máxima autoridad de la Iglesia Católica no quiso emitir palabra. Vimos también su actitud gestual. ¿Hasta dónde alcanza la competencia y las resultas de la responsabilidad? ¡Qué!, ¿el silencio es salud? Tal vez, en algunas ocasiones, cuando no está en juego el destino de las generaciones jóvenes; la reserva nacional.


La señora Antonia tuvo una hija que desapareció hace seis años. La anciana lloró ante las cámaras. Nada se sabe de ella, dijo. Me dejó sus tres niños diciéndome que se iba a Córdoba. Nunca más la volví a ver.


Se llama Marcela Lilia González, la hija de doña Antonia, quien reza todos los días para que se produzca el milagro del retorno. A la fecha, deducimos que ningún juez vio el programa documental, tampoco lo vieron los señores fiscales. ¿Algún preso por las dudas?


Es decir que la justicia santiagueña pareciera que no tiene interés en estos temas que degradan al ser humano hasta el colmo de la indignidad. ¿Quién debe hacerse cargo? Y… otra vez el gran bonete. Y, sin embargo nos gobiernan Añatuya, desde donde sostenemos que Homero Manzi se inspiró para escribir el tango Sur, está olvidada de progreso y colmada de indiferencia. A los santiagueños nos duele su tragedia y abandono, pues la sentimos como parte de nuestro ser, como dice el poeta: “Añatuya es aña…mía.”.

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