lunes, 30 de noviembre de 2009

“Roba, pero hace”



Por Alfredo Grande

Dos lógicas se disputan desde la noche de los tiempos la hegemonía de sentido. Una, la del sentido común, otra, la del saber popular. La primera, que a contrapelo de lo que se dice, es el más común de los sentidos, es un eco lastiforme, una repetición que se multiplica, aportando poco y nada a un de por sí, lamentable original. Un ejemplo: “Alfonsín (ahora Kirchner) no es el Che”.

Sentido común. Una frase que en su aparente densidad, tiene la misma consistencia que un copo de algodón. Una lamentable empresa de telefonía celular tiene un slogan que abreva en este sentido común: “Es simple. Es claro”. No es tan simple y mucho menos claro, porque en realidad es una estafa. Desde el costo del servicio, hasta sus condiciones técnicas. Otra especialidad del sentido común: “Es lo que hay”. Siempre me pregunté qué pasaría si un caballero llega a una reunión con la esposa y alguien le pregunta: “¿Es tu esposa?”. Y él, rebosante de sentido común, responde: “Es lo que hay”. Otra característica del sentido común es poder afirmar en universal, lo que nadie aplicaría en singular. Por ejemplo: “roba pero hace”. Nadie aceptaría esa frase como consuelo cuando un service de heladeras se afanó el chanchito de los ahorros.

El sentido común actúa por dilución. “Mal de muchos, consuelo de tontos”. En realidad, consuelo de cómplices, habitualmente más malos que tontos. Esta lógica es encubridora. Por el contrario, y en polaridad absoluta con la anterior, tenemos al denominado “saber popular”. Ya no se trata solamente de un sentido, común o no. Y tampoco de una verdad. Pero sí de un saber, que tiene como fundante un ejercicio colectivo de poder. Por eso es popular, o sea, referido a los saberes del pueblo.

También hay un diablo que además de saber por viejo, sabe por haber enfrentado a los dioses del lucro y de la avaricia. Un ejemplo de este saber es: “Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”, de un artista del pueblo, nuestro Atahualpa. Otro es: “El que no cambia todo, no cambia nada”, del Armando. Este saber popular es encarnado por poetas, músicos, trovadores, actrices y actores. La tierra fértil suele ser el arte, algunas veces la política, pocas veces la ciencia.

El sentido común lucha por la hegemonía, y por lo tanto pretende que ese sentido sea único. Sindicatos únicos, CGT única, dentro de poco Partido Único. En dos versiones: bombo full o boina blanca todo terreno. Por el contrario, el saber popular justamente por su origen, toma la diversidad, y cree que mejor que decir algo, es decirlo de las más variadas formas. Pero el sentido común no acepta que el saber popular avance hacia los territorios donde germinan las plantas del poder. No importa que ese poder sea transgénico.

O sea: inmune a todas las “plagas” de la protesta popular, piquetes, enfrentamientos con las fuerzas del orden, búsqueda desesperada de identidad sindical legal y legítima. Si hay un “fondo solidario de redistribución”, el sentido común verá de buen grado que se materialice, porque nada mejor que redistribuir solidariamente. ¿Será ésta la tan mentada distribución de la riqueza?

Pero el saber popular advierte que, si de redistribución se trata, quizá sea una especie de circuito cerrado donde circulan millones de pesos. Sería bueno conocer los circuitos por donde circula el circulante de la redistribución. El saber popular ha bautizado como “los gordos” a los beneficiarios de la santa redistribución. A esta altura ya podría hablarse de una tensión excluyente entre hiper obesos y desnutridos. Para los niños mbya, ¿habrá algún tipo de redistribución? La impresión es que no, han quedado como herederos del gaucho fierro, fuera del listado.

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