lunes, 11 de julio de 2011

Una porteñita que hace patria en Santiago

Por Andrea Calderón, de La Nación, de Buenos Aires.
“Caty”, escribe correos electrónicos pidiendo ayudas para su trabajo social en Añatuya.
La niña del portarretratos creció. Es ahora una mujer de 27 años que se enfrenta todos los días a historias de dolor. Busca conocer las sonrisas atrapadas en el hambre.
Catalina Hornos, psicopedagoga y psicóloga, es una de esas personas que hacen de la vida una entrega constante. Catalina nació en Buenos Aires y desde 2006 trabaja con familias de bajos recursos en Añatuya, la capital diocesana más pobre del país, al nordeste de Santiago del Estero. Haciendo Camino, la fundación que dirige, cuenta con tres centros de desnutrición infantil, brinda asistencia en los barrios y está próxima a inaugurar una sala para erradicar el hambre en Chaco.
En Buenos Aires, su ciudad natal, ya no se encuentra. Viene una vez por mes y se vuelve a Añatuya, a luchar contra la desnutrición infantil. La primera vez que se enfrentó a esta realidad de olvido y pobreza fue a meses de haber cumplido los 23. Convocada por una fundación viajó a la ciudad santiagueña junto a otros estudiantes para hacer orientación vocacional con chicos de una escuela rural, becados para ir a la Universidad.
“La directora del colegio me dijo que no necesitaban gente que fuera y viniera, sino una psicopedagoga estable, ya que en el lugar no había ninguna. Me comprometí a terminar la carrera y volver. Cuando se lo comenté a mis amigos, creyeron que estaba metiéndome en algo que no iba a cumplir, pero yo sabía que sí...”, dice Catalina.
Catalina Hornos, rodeada de los chicos a los que asiste con su fundación.
Todavía recuerda el día en que armó un bolso con poca ropa para instalarse cinco meses en Añatuya. Atrás dejaba la vida cómoda en la Recoleta en pos de lo que consideraba un compromiso ineludible: ayudar al prójimo. Empezó en un comedor infantil, siguió como suplente de primer grado y finalmente conoció a las religiosas del Hogar Santa Catalina, que ya no sabían qué hacer para que el espacio del obispado, en el que vivían más de 20 chicos, siguiera funcionando.
“Es muy distinto saber que la pobreza existe a convivir diariamente con ella. Esos meses que estuve allá pasamos semanas enteras sin agua en una residencia para 50 personas. Los niños llegaban los lunes al comedor muertos de hambre y cuando se enfermaban, sus padres no tenían cómo comprarles los remedios. Compartir esa realidad tan de cerca me pegó muy fuerte”, reflexiona.

Cumplida su estadia

La Caty, como la llaman en el pueblo, armó una cadena de e-mails entre sus conocidos y sumó padrinos para continuar la misión antes de regresar a Buenos Aires. Una vez por mes viajaba al lugar con un grupo de amigos para realizar actividades recreativas, brindar apoyo escolar y seguir el proceso psicopedagógico de cada chico, tareas que aún llevan adelante.
Así nació la asociación civil Haciendo Camino, que trabaja en Santiago del Estero para mejorar las condiciones de vida de familias en situación de pobreza. Integrada por una red de profesionales, voluntarios y padrinos, la fundación cuenta actualmente con tres centros de prevención de desnutrición infantil y desarrolla programas de promoción social en zonas necesitadas.

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