martes, 30 de octubre de 2012

Tras reflexionar, Pato debería dar un paso al costado

Marcelo Pato ya no es visto como jefe por una policía integrada por personal relajado, desgastado y dañado.
Fueron policías los que terminaron con la vida del empleado de Rentas, Raúl Domínguez, cuando con autorización del entonces juez del Crimen Juan Jorge, decidieron “apretarlo” a fin de que cambie su declaración testimonial en la que inculpaba a funcionarios y fuertes empresarios de haber estafado a la repartición mediante una timbradora apócrifa.
Fueron policías los tendieron una emboscada y mataron al policía Jonatan Barrera, en Frías, en una “interna” entre uniformados que respondías a los tres carteles de narcos en la Ciudad del Oeste.
Fueron policías que se agarraron a tiros en un cruento suceso en el que perdió la vida el jefe de Criminalística atacado por el subjefe, por internas, metidas de púas, etc., en una balacera en el interior de la repartición.
Se pueden enumerar 10, 50 o 100 casos donde hay policías mezclados en actos de corruptela.
Ahora, el Nuevo Diario acaba de revelar que fueron policías los que robaron un motor de un automotor secuestrado y luego lo vendieron.

Situación de Pato

Nadie puede sugerir ni siquiera que un gobierno elegido por una abrumadora mayoría de comprovincianos cambia a su funcionarios, pero sí, cualquier santiagueño está legitimado a ensayar alguna reconvención al jefe de policía, Marcelo Pato, quien tiene el deber de servir, custodiar y brindar seguridad a a ciudadanía.
Debería reflexionar y examinar, poniendo todos sus actos sobre la mesa y echar una mirada sobre lo que ha realizado o dejado de realizar en los tantos años como jefe de policía.
En una de esas, comprueba que la policía a su cargo lo ha desbordado. Que se ha fragmentado la cadena de mando. Que todos los policías se sienten relajados y trabajan con la mente en otra cosa: puesta en otro trabajo, en algún negociado, en alguna corrupción y hasta en delinquir.
Pato ya no es visto como un jefe. Porque se lo ve como el jefe o el cómplice de una asociación ilícita uniformada y con armas entreverada en ilicitudes y cada vez más lejos de la senda correcta de cumplir con eficiencia el rol de auxiliar de la justicia y de bregar por la seguridad y el cuidado de la ciudadanía.
Por todo ello, bueno sería dar un paso al costado, si es que quiere hacerle un favor al gobernador Gerardo Zamora que tanto confió en él, a sus camaradas y subordinados que todavía anhelan pertenecer a una “buena policía”, y a los santiagueños que ya están cansados de desconfiar de uniformados que no saben se les van a garantizar seguridad o si van a terminar robándoles.

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