sábado, 12 de diciembre de 2009

Reconocimiento a la Fundación Pinares


Por José Platero Molina, Málaga, España

A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. La sede de la Fundación Pinares en Pinto es una inversión privada materializada con fondos españoles. Tal es así que siempre se habla de euros y no de pesos provenientes del Estado público.

Se critica, como si fuera una obra pública, que nos cuesta a todos los santiagueños o argentinos. ¡Cuántas fundaciones son más faraónicas en sus sedes que la de marras! Diríamos más, esta no llega a estándares conocidos.

El “importante uso social" tal vez fue considerado para albergar cómodamente visitantes, filántropos con fines altruistas, dispuestos a contribuir.

En Cafayate, Salta, se han recibido más "fondos solidarios" desde que se cuenta con aeropuerto, hotel cinco estrellas, etc.

El inventario de las características técnicas del edificio publicado en medios afines al zamorismo es una descripción aburrida. ¡De qué sirve describir obras diseñadas por particulares para objetivos privados!

Lo destacable es que se construyeron por la misma vía solidaria viviendas, pavimentos, mejoras en escuelas, etc, que cambiaron para siempre la fisonomía de Pinto, cuyo municipio optimizó los recursos españoles para obtener mejoras para el pueblo. ¡Ojalá todos los estados provinciales y municipales manejasen los fondos públicos con igual eficacia!

Desgraciadamente, la crisis económica española y el cambio de gobierno en el Ayuntamiento del Pinto español enturbiaron el espíritu original de la obra. ¿No heredaremos nosotros de los españoles esta suerte de "conventillo político"?

Deberían sucederse los gobiernos de distintos signo como postas amojonadas o delimitadas por políticas de estado consensuadas.

¿Se habrán olvidado que La Moncloa los hizo pasar al primer mundo?

Se hubiese evitado la polémica si el ex intendente, hoy senador nacional, Emilio Rached, hubiere desestimado esta donación por exceso de pragmatismo, argumentando que no estaba focalizada en los más pobres.

La ortodoxia populista dicta que cualquier recurso solidario debe tener el único fin en la dadiva y no a la construcción de estructuras que se ocupen de instruir a la población para que salga de la indigencia con dignidad y esfuerzo.

¡Bienvenidas todas las ayudas solidarias, vengan de donde vengan, desinteresadamente!

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