jueves, 25 de noviembre de 2010

Cuando estalla la inflación, todo se desordena

Por Ricardo Lafferriere. http://www.notiar.com.ar/

No coincidimos con aquellos que afirman que la inflación es causada por las subas salariales. Al contrario: los salarios son -en general- los últimos en actualizarse, en un proceso que se inicia por el desquicio de la administración pública, es seguido por el alza de los precios y recién en su última etapa se refleja en los salarios.
Es conocida la frase que se atribuye a Perón: los precios suben por el ascensor y los salarios por la escalera. Lo que no decía Perón es que antes que los precios y mucho antes que los salarios, está la falsificación de dinero que realiza el gobierno. El suyo fue el primero. Muchos otros lo siguieron, hasta hoy.
Por eso es que no nos sumamos a la demonización de las subas salariales que recuperen la capacidad de compra perdida por la pérdida de valor de la moneda. Estamos, en este sentido, en las antípodas de Cristina Kirchner, Hugo Moyano y la cúpula empresarial.
Sin embargo, el problema no es lineal. Efectivamente, el primero que da el paso al frente para apropiarse de ingresos ajenos, es el gobierno, que reduce el valor de la moneda quedándose con parte de la misma y haciendo que cada peso en circulación sea más débil, es decir valga menos. ¿Cómo lo hace? De dos formas: repartiendo papeles pintados sin respaldo en forma de dinero, sea porque se apropió de las divisas que lo sostenían (llamadas Reservas del Banco Central) o porque fabricó nueva moneda y la gastó sin tomarse el trabajo de recaudarla antes. Si esto lo hace un particular, sería robo o falsificación. Como lo hace el gobierno, se llama inflación.
El reflejo inmediato ante este desfalco del gobierno es que los precios aumentan. Aunque en realidad, no es que aumenten los precios, sino que como la moneda vale menos, es necesaria más cantidad para comprar las mismas cosas. Este fenómeno se produce a través de la suba de los precios nominales de los productos. Si no hicieran eso, las fábricas y negocios deberían cerrar, porque no podrían reponerlos. Entrarían en quiebra, con la consiguiente desocupación y crisis. La suba de los precios es, entonces, una medida defensiva destinada a sobrevivir, no a ganar más.
Y ante estas subas, los trabajadores reclaman, con justicia, aumentos de los salarios que les permitan comprar lo mismo que antes.
Por supuesto que siempre hay pícaros que siguen el ejemplo cínico del gobierno. Entre los empresarios, los que aprovechan para aumentar los precios más de lo que debieran. Y entre los trabajadores, los que en lugar de recuperar posiciones, reclaman aumentos desfasados con la inflación, que terminan -esos sí- haciendo subir más los precios y castigando a los consumidores.
Porque como todo se descalabra, quienes tienen mayor poder logran disminuir los daños.

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