lunes, 11 de abril de 2011

El campo está bien, a pesar del gobierno

Por Marta Velarde.
El campo es el sostén de la economía argentina en crecimiento. Esto, a pesar de la política de un gobierno que a pocos meses de asumir, decidió una lucha desenfrenada contra el campo y su gente.
Ese hostigamiento se inició con la resolución 125, que fijó alícuotas confiscatorias para las retenciones agropecuarias. Y continuó con el cierre de las exportaciones de carne, que es lo mismo que Japón cerrara las exportaciones de autos, o España impidiera el ingreso de turistas. Después, la prohibición de venta de aceite de soja a China, lo que amerita cuestionar la seriedad del país para sus transacciones internacionales. Más tarde, la reducción del cupo de salida de trigo al extranjero, que provocó la reducción de los precios internos hasta cincuenta dólares por tonelada y el consiguiente perjuicio para los productores.
En materia ganadera los desatinos del gobierno llevaron a la reducción del plantel en más de diez millones de cabezas, de tal forma que la Argentina conocida en el mundo por su carne, hoy no figura entre los diez primeros países exportadores de carne.
Además, bajamos del segundo al tercer puesto, hoy superados por Brasil, en el ranking exportador de maíz.
Tampoco el gobierno apoya al campo con infraestructura adecuada. La mala calidad de las carreteras y el desastre ferroviario encarecen el costo del transporte.

Falso progresismo
Este gobierno desprecia al campo, y so pretexto de ideologías perimidas, de un falso progresismo, enciende un discurso contra la “oligarquía vacuna” o terrateniente ya desaparecidas, en lugar de consolidar a la clase media rural emergente, verdadera “burguesía nacional”, para recuperar al interior y mantener a la población en sus ciudades y pueblos tradicionales.
Nunca entendió el gobierno y su ineficiente burocracia, que la expansión de estos años, fue el fruto del trabajo y la incorporación masiva de ciencia y tecnología por parte de los productores, desde hace doce o trece años, mientras las actividades que siempre vivieron de la prebenda y el subsidio, cerraban sus negocios para dedicarse a la importación, o vendían sus establecimientos.
Es que, no obstante la hostilidad del discurso oficial y la falta de apoyo en infraestructura, al campo le va bien. Y esto, además de lo señalado, por múltiples factores ajenos al gobierno. La suba de los precios internacionales resultó formidable. La soja con un 43%, y el trigo y el maíz con más de un 120% en el último año.
También, la devaluación de la moneda norteamericana, consecuencia de la inyección de liquidez en EE.UU., con efecto compensador de la falta de competitividad de nuestra moneda que mantiene un tipo de cambio prácticamente fijo a pesar de la inflación alta. Coadyuva asimismo, la apreciación de la moneda brasileña que resta competitividad a las exportaciones de ese país, y beneficia a las nuestras. Aunque -debe destacarse-, las inversiones productivas van al Brasil y no a la Argentina.
En suma, el éxito del campo hoy es ajeno al gobierno, pero gracias a la prosperidad del sector, el país sostiene su crecimiento. Un verdadero llamado a la sensatez para una política de estado que permita al campo producir con rentabilidad en una Argentina que debe avanzar hacia su desarrollo en paz social y unión nacional.

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