martes, 26 de abril de 2011

Las madrastras de Blancanieves (y las encuestas)

Por Sergio Sinay.

En los próximos meses, cada día más, vamos a vivir bombardeados por encuestas. Quién gana, por cuánto, qué fórmula se opone mejor a otra, la imagen de Fulano, la de Mengano, etcétera. Los candidatos, convertidos en émulos de la madrastra de Blancanieves, pagarán fortunas a encuestadores para que éstos, transformados a su vez en espejitos, les digan que ellos son los más lindos, los favoritos, los elegidos por el destino. Y mandarán esas encuestas a los medios. Y en los medios muchos perezosos repetirán las encuestas como loros, evitándose así la fatiga de una investigación propia y a fondo. Leeremos que esas encuestas representan mil, dos mil o cinco mil casos a nivel nacional y, por supuesto, nunca seremos uno de esos “casos”. Los encuestados son siempre fantasmas.
Para mejorar en las encuestas los candidatos se harán retoques físicos y morales (“Estos son mis principios, y si no les gustan tengo otros”, decía el gran Groucho Marx), bailarán por un sueño o una pesadilla, tomarán mate de la bombilla de algún pobre para la foto y luego se harán buches desinfectantes a solas, levantarán bebés y después se sacarán con perfume el olor a caquita, dirán a cada quien lo que quiera oír. Y correrán a ver cómo miden después de ese sacrificio.
¿Qué hacen las encuestas? ¿Reflejan la opinión pública o la manipulan? ¿Se hacen para saber cómo piensa “la gente” o para inducirla a pensar de una manera determinada? Las personas conscientes, las que son fieles a sus principios antes que a sus conveniencias, las que hacen de su voto una herramienta moral, ¿necesitan encuestas para votar? ¿Acomodan su conciencia a las encuestas para no quedar fuera de la foto? ¿Cuántos que en las encuestas y en la urna votan por alguien son los que después, cuando se viene la noche de la corrupción y la impunidad, dicen “yo no lo (o la) voté”?
Que las encuestas no oscurezcan nuestra responsabilidad y nuestra conciencia.

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