lunes, 23 de mayo de 2011

Desde el crimen de Jonathan, Frías es un pueblo fantasma

Por Miguel Ángel Juárez (abogado).
El autor de la nota, Miguel Ángel Juárez, en el Superior Tribunal de Justicia, con la madre del policía asesinado, señora Elena Barrera.
Por estas horas, la ciudad de Frías parece un pueblo fantasma, lleno de cruces de madera colocadas por todo el casco céntrico. Es que la familia de Jonathan Mauro Barrera, acompañada por una importante cantidad de vecina, ha ideado una manera inédita de mantener fresco el recuerdo del joven policía brutalmente asesinado. Su crimen permanece impune, a cuatro meses del horrendo suceso.
Lo que ha ocurrido es que se ha montado una monumental cadena de encubrimiento desde la más alta esfera del poder en Santiago del Estero y en Frías. Claro, los que mandan han parado la causa y aspiran a que nunca se esclarezca, por la fuerte vinculación que este asesinato tiene con el negocio del narcotráfico. No hay que olvidar que esta actividad ilícita no podrá desarrollarse en ninguna comunidad (acopio, distribución y comercialización de drogas) sin el apoyo político y de la fuerza de seguridad.
Por ejemplo, el comportamiento de la jueza que interviene significa “un mensaje”. Nadie tiene que inmiscuirse con los carteles de Frías.

Cruces de madera

El repiquetear de las campanas de la Iglesia Inmaculada de la ciudad de Frías, justo en el momento en que familiares de Jonathan colocaban el primer clavo sobre la cruz de madera ubicada enfrente al templo. La cruz lleva la siguiente inscripción: “Crimen impune” sobreel nombre del policía asesinado.
Este gesto de protesta conmovió a todos los frienses participantes de la marcha. Hubo llantos y fuertes reclamos a la autoridad judicial. Se exige que se remueva a la jueza del Crimen de Frías (ya tiene un pedido de juicio político) en razón de que tiene evidente interés en la causa.
La tragedia, la muerte, es lo malo, lo detestable, lo irremediable. Por eso no nos deja tranquilos.
Y porque este crimen no tiene culpables aparentes, podría suceder que culpables seamos todos los que vivimos en esta comunidad, en un reparto equitativo de responsabilidad.
A su vez, el poder político, que tiene una responsabilidad institucional, es una parodia de gran hermano. Lo que hace es seguir vigilando y controlando todo lo que acontece, tal vez pensando que nadie se percata de su estrategia.

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