sábado, 11 de junio de 2011

Algo bueno deja el escándalo Schoklender

Por Ceferino Reato, autor de Operación Primicia.
Zamora, Kirchner, Hebe Pastor de Bonafine y el intendente Hugo Infante.
Las irregularidades que investiga la Justicia en la Fundación Madres Plaza de Mayo provocan una extendida tristeza en quienes piensan que ese organismo merecía, en honor al bronce de sus luchas por los desaparecidos, un presente mucho mejor, pero hay, con todo, un aspecto positivo que debería ser tomado en cuenta: el escándalo confirma que la honestidad no tiene ideología. En palabras más simples: un “chorro” puede ser de izquierda, de derecha o de centro.
Parece una verdad muy simple, pero es un tema viejo en la academia y en la vida práctica, un poco porque la izquierda siempre se ha vendido como una fuerza vinculada con valores como la honestidad, el altruismo, la igualdad, mientras que a la derecha le encanta ser asimilada con la eficiencia, la competitividad y la libertad.
Y, en cambio, no es así: los valores no tienen ideología. Un “chorro” es un “chorro” más allá de su posición política o ideológica; una persona puede ser eficiente más allá de su voto.
El escándalo que involucra a Sergio Schoklender y por lo menos salpica a Hebe de Bonafini, “la madre de todas las madres, el mayor símbolo de los derechos humanos”, según el ex presidente Néstor Kirchner, nos vuelve a la realidad sobre esa cuestión, y, bien aprovechado, puede clausurar un mecanismo muy utilizado por aliados del oficialismo.
Es que, con un discurso que recuerda sus luchas en soledad contra la dictadura, varios líderes sociales, como Bonafini y Estela Carlotto, han extendido su acción más allá de los derechos humanos, más allá del ámbito que les dio esa legitimidad de origen.
Participan en cuerpo y alma del kirchnerismo y opinan e intervienen en todas las maniobras políticas gestadas por el oficialismo: desde las peleas contra el campo, el Grupo Clarín y la “prensa monopólica, hegemónica y de las corporaciones” a los embates contra rivales políticos como Duhalde, Macri y ahora Ricardo Alfonsín.
En esa alianza, estos liderazgos blindan, o blindaban, desde el punto de vista ético al gobierno y a sus funcionarios frente a las denuncias sobre corrupción; reciben subsidios oficiales, cargos legislativos para hijos y colaboradores y cargos públicos en el alto escalón del Estado, y se meten en negocios para los cuales no están preparados.
Sin embargo, las luchas por los desaparecidos no indican, de por sí, que un organismo pueda manejar con honestidad y eficiencia dineros públicos para, por ejemplo, construir viviendas populares.

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