Por Ramón Indart, desde Santiago del Estero, enviado de Perfil.com
La madre de Cristian Ferreyra vive con miedo a más represalias. (Foto de Ramón Indart, de Perfil.com). |
Pasaron 22 días desde el día del asesinato. Los desmayos y complicaciones de salud hicieron que Mirta quedara internada en la ciudad. Entró a su habitación y comenzó a llorar. Gritaba por su hijo: "Me lo han matado, porqué me lo han matado", repitió durante varios minutos.
Salió de su cuarto. La expresión de su rostro es inmutable. Seria comenzó a ordenar la casa. Allí vive con sus otros 9 hijos y nietos. No tuvo mucho tiempo para el duelo. Mirta sabe que es responsable de mantener el hogar.
Así recibió a Perfil.com y no se quiso callar nada. A 20 metros está la casa que tenía Cristian junto a su mujer e hijo. Cerca también está el cementerio donde descansan los restos de Cristian y de su padre, Leandro de Jesús Ferreyra, que murió de cáncer semanas antes del asesinato.
“Él trabajaba desde los 10 años y me ayudaba porque su padre no podía por una enfermedad. Empezó a hachar, vendíamos mercadería. Era la raíz de la casa”, dijo a Perfil.com Mirta.
“Defendió su territorio”
Mirta reconoció que Cristian se había resistido “con los muchachos cuando los empresarios ya estaban acá por nuestra tierra. Él quería defender su territorio". Por esa razón, añade, a él lo mantenían bajo amenaza. “Nos perturbaban en las escuelas, tenían armas.Teníamos miedo que balearan a nuestros chicos. Decían que los iban a secuestrar, que eran capaces de matar por el campo”.
Y al final la amenaza se hizo realidad: "Me mataron a mi hijo en lo del amigo cuando estaban de sobremesa", relató la madre.
Junto a vecinos del paraje Campo De Mayo, Cristian se resistió en el Mocase Vía Campesina a que le quiten las tierras que les entregó el estado provincial que comanda Gerardo Zamora. La Ley 26.160 los reconoce como poseedores de los campos y los ampara además el artículo 4015 del Código Civil que reconoce la propiedad de los inmuebles "por la posesión continua de veinte años (...) sin necesidad de título y buena fe".
La defensa fue con su cuerpo: “Hace como 100 años que estamos acá y ahora nos quieren sacar. Todos los animales que criamos los van a matar”, dijo Mirta.
Llegó la noche. En la casa de Cristian no hay luz eléctrica. Cansada, Mirta terminó la charla con este portal entre lágrimas y comenzó a adobar una cabra para la cena. Todos cenaron en silencio.
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