Por Roberto Azaretto.
Hace unas semanas se conoció la negativa del gobierno de convalidar el incremento de sueldos para el sector rural. Ese incremento fue acordado en negociaciones libres, sin amenazas de huelga, por la Uatre y las entidades que agrupan a los productores rurales. En tiempo de la crisis por las retenciones, el oficialismo hablaba de los bajos sueldos de los trabajadores del campo argentino. Ahora los quiere reducir al 25 % en vez del 35 % acordado.
Hace un tiempo quiso enlodar a la obra social del campo, en la mafia de los medicamentos, cuando esa organización Osprera no adquiere ni distribuye remedios. También se pretende sancionar un nuevo estatuto del peón de campo que elimina las mejoras acordadas entre las partes.
El gobierno está nervioso porque no puede disimular el fracaso de un pretendido modelo que ha sido el fruto en gran medida de la labor de los productores y trabajadores del campo y el alza de los precios internacionales. De las enormes cifras allegadas al tesoro gracias a ese esfuerzo y el cambio de los precios externos muy poco ha llegado al campo argentino y sus pueblos del interior de las provincias productoras.
Como en otras oportunidades ante la crisis quieren hacerle pagar el pato de la boda a los trabajadores, mientras acuerdan beneficios con los verdaderos ganadores del modelo K, como la usura y las empresas no competitivas, que viven de vender caro productos de baja calidad y de los subsidios estatales que son la plata de los contribuyentes.
El discurso del líder de la CGT Hugo Moyano ha puesto las cosas en claro. Los trabajadores argentinos recuerdan a Perón, no a inventos de fabricadores de mitos.
El movimiento obrero puso el pecho en momentos muy difíciles en tiempos de Néstor Kirchner y no se dejarán manejar por los advenedizos que se acercan en la plenitud, a disfrutar las mieles del poder.
Ha dejado en claro, nuevamente, que las cifras del Indec son falsas y que la verdadera inflación es la del supermercado.
Ha dado una lección a los serviles con mentalidad de lacayos como el gobernador de Buenos Aires, o los legisladores nacionales que abdican de sus facultades constitucionales, en beneficio del poder personal de una familia.
La renuncia a los cargos partidarios en el justicialismo es otra muestra de dignidad. “No soy un bufón” dijo Moyano ante la multitud reunida en Huracán.
Como cuando puso la cara, enfrentando a los infiltrados que pretendieron prescindir de Perón en 1973, a precios muy altos como el asesinato de José Ignacio Rucci, el movimiento obrero ha trazado una línea en el peronismo.
Como sucede siempre ese conflicto en el justicialismo, tendrá enormes repercusiones en la sociedad en momentos donde la crisis, por los errores internos se ha desatado a la que se agrega el rebote de la crisis internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario