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domingo, 26 de septiembre de 2010

El evangelio del domingo: El rico Epulón y el pobre Lázaro

Mario Ramón Tenti
Domingo 26 durante el año: 26 de Setiembre del 2010
Lucas 16, 19-31
Introducción
Siguiendo con el viaje de Jesús a Jerusalén, Lucas añade la parábola del rico y Lázaro, seguramente dirigida a los Fariseos, aunque con cierta extensión  a los discípulos. El relato se divide en dos partes: a) los vv 19-26 describen la inversión de valores en esta vida y en la otra, en concreto, en lo que respecta a los bienes materiales. La situación terrena tiene su contrapeso en la vida del  más allá. b) los vv 27-31 describen la imposibilidad de conversión de un rico que solo vive para sus riquezas, incluso aunque resucite un muerto.

Inversión de valores y destinos (19-26)
En la primera parte de la parábola Jesús anuncia con toda claridad la disparidad de destinos en la vida futura; el mal uso o abuso de las posesiones materiales tendrá su pertinente contrapartida más allá de la muerte. La ostentación del rico, su vida suntuosa, su desinterés por el pobre Lázaro están en contrataste con sus respectivos destinos en el más allá: para Lázaro suprema bienaventuranza en el seno de Abrahán, para el rico acumulación de tormentos en el Hades (país de los muertos). No se habla de “juicio”, únicamente se describe la inversión de las situaciones.

La escucha de la Palabra  (27-31).
El rico en medio de los tormentos pide a Abrahán que envíe a Lázaro a la casa de su padre porque tiene cinco hermanos y no quiere que corran su misma suerte, es decir, sufrir en el país de los muertos. Abraham responde que tienen a “Moisés y los Profetas” y que deberían escucharlos. Pero, el rico insiste, pidiendo que lo envíe porque de esa manera se convertirán. A este pedido, Abrahán responde: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite." (v 31). Lo que el rico pretende es que Abrahán envíe a Lázaro a visitar a sus hermanos, no para legitimar con un milagro la palabra de Dios ya manifestada en el Antiguo Testamento, sino para incitar a su familia a una auténtica conversión, para que no vayan a parar también ellos a ese suplicio irremediable.

Conclusión
A pesar de que en este relato no se mencione la llegada del Reino, es obvio que supone su instauración por el ministerio, muerte y resurrección de Jesús. La presencia del Reino provoca una crisis en los valores vigentes: la acumulación de riquezas, el despilfarro y la ostentación son inapropiadas para los discípulos de Jesús y están ligadas a su suerte futura. Aunque la primera parte de la parábola sugiera explícitamente el cambio de destino en el más allá, la enseñanza no se circunscribe a esta realidad como una especie de “amenaza” contra aquellos que utilizan egoístamente sus riquezas, sino que también es una invitación radical a los discípulos a desprenderse de los bienes materiales compartiéndolos con aquellos que han sido menos favorecidos en la vida.   

domingo, 19 de septiembre de 2010

El evangelio del domingo: parábola del administrador desaprensivo

Mario Ramón Tenti
Domingo 25 Durante el año: 19 de Septiembre del 2010
Lucas 16, 1-13

Introducción
El texto que reflexionamos hoy se compone de dos partes: la parábola del administrador desaprensivo (16,1-8ª) y tres aplicaciones de ésta parábola (8b-13).
Luego de la narración de las “parábolas de la misericordia” que trataban sobre la “alegría” por los que vuelven a Dios (cap. 15), ahora, Lucas orienta la atención sobre los bienes materiales: ¿qué actitud deben mantener los discípulos frente a los bienes materiales? y ¿cómo usarlos adecuadamente?. 

El administrador desaprensivo (16, 1-8ª)
 La parábola narra la situación del administrador de un hombre rico que fue acusado ante su patrón de mal administrar sus bienes. Como éste decide desemplearlo, el administrador llama a los deudores del patrón y falsifica las deudas en provecho de los deudores: al que debía cien medidas de aceite le imputo cincuenta y al que debía cien cargas de trigo le hizo poner en el recibo ochenta. El patrón alabó al administrador por la astucia con que obró. Ahora bien, ésta parábola en boca de Jesús ¿que quiere decir? ¿cuál es su significado? Resulta increíble que se alabe y se ponga como ejemplo a una persona deshonesta.
Sin embargo, era práctica habitual en el antiguo medio oriente, que el administrador hiciera préstamos de las propiedades de sus patrones, por la que recibía una “comisión” en concepto de intereses. Es esta comisión, que le corresponde,  la que el administrador descuenta a los deudores de su patrón. Por lo tanto, no se trata de una nueva estafa, sino que renuncia a lo que le corresponde para ganarse la amistad de esas personas. Es esta actitud la que alaba el patrón (Jesús): frente a las exigencias del Reino hay que actuar calculando los riesgos y aún renunciando, si es preciso, a las posesiones materiales. 

Aplicaciones de la parábola (8 b -13)
Inmediatamente después de la parábola, Lucas coloca tres máximas sapienciales de Jesús que tienen por finalidad adoctrinar a los discípulos respecto de la actitud que deben tener frente a los bienes materiales. La primera enseña a los discípulos a obrar con sagacidad (como los hijos de este mundo) pero frente a las exigencias del Reino, porque allí se juega el sentido de su vida y su destino. La segunda exhorta a la “fidelidad”, el que es fiel en lo insignificante también lo será en lo importante. Se trata de ser fiel cada día, de administrar correctamente los bienes, en especial aquellos que se derivan de la llegada del Reino de Jesús. Por último, la tercera máxima exige una radicalidad absoluta: o Dios o el dinero, no hay alternativa. Si los discípulos proyectan su vida en una búsqueda desenfrenada de dinero y se hacen esclavos de sus bienes no podrán servir a Dios y su Reino.

Conclusión
Esta parábola ha tendido a lo largo de la historia diferentes interpretaciones, muchas de ellas contradictorias entre sí. Y esto se debe a la complejidad de la misma. Sin embargo, en el contexto global del Evangelio de Lucas y en especial en el marco del camino de Jesús a Jerusalén (donde morirá) el mensaje es claro: las posesiones materiales son un obstáculo para el seguimiento de Jesús. El Reino exige radicalidad en la entrega, no se puede vivir la fe a medias, se trata de la entrega total de la vida a la causa de Jesús. En este sentido los bienes materiales son un obstáculo para ser fiel cada día. Por eso, la exigencia del desprendimiento y el compartir los bienes no sólo significa una cualidad moral del discípulo sino que es un requerimiento indispensable para entrar en el Reino.

domingo, 12 de septiembre de 2010

El Evangelio del domingo: La oveja perdida

Mario Ramón Tenti

Domingo 24 durante el año: 12 de setiembre del 2010
Lucas 15,1-10

Introducción
En su camino a Jerusalén, después de adoctrinar a quiénes lo seguían a cerca de las condiciones para ser discípulo suyos, ahora, Jesús se dirige a los fariseos y doctores de la ley para contestar, por medio, de parábolas, la actitud de estos personajes que lo critican porque recibe a los pecadores y come con ellos.
Las tres parábolas: “de la oveja perdida” (4-7), la moneda extraviada (8-10), y el hijo pródigo (11-32) caracterizan a Jesús como aquel que revela y manifiesta el amor y la misericordia de Dios con los pecadores, es decir, los despreciados y marginados por el resto de la sociedad, y el llamado al arrepentimiento y a la conversión que éste realiza. 
El tema de la “alegría” es común a las tres parábolas y manifiesta el gozo de Dios por aquellos que se convierten.

La oveja perdida (4-7)
“¿Quién de ustedes que tenga cien ovejas, y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el descampado y va en busca de la descarriada hasta encontrarla?” Esta comparación justifica el accionar de Jesús que sale al encuentro de los pecadores, de los excluidos de la sociedad, y comparte con ellos la “mesa” y la vida. “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y ha salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10). Esta actitud de Jesús, tiene una doble finalidad: mostrar que el Reino de Dios ha llegado y se manifiesta como un “banquete” en dónde los últimos son incluidos, y a la vez, mostrar la misericordia de Dios, cuya iniciativa salvífica se manifiesta en el  misterio de Jesús orientado hacia los pecadores.
Ahora, el sentido fundamental de la parábola no reside exclusivamente en la iniciativa del pastor que sale a buscar a la oveja perdida, sino que incluye la celebración jubilosa del encuentro. Dios se alegra, “hace una fiesta” porque los pecadores se convierten, porque los últimos son incluidos. Así es el Dios de Jesús, tan misericordioso, con rasgos de inmensa bondad, que devuelven la dignidad a aquellos que la han perdido.

La moneda perdida (8-10).
Esta parábola está en casi perfecto paralelismo con la anterior. Se trata de una mujer que ha perdido una moneda y se pone a buscarla con el mayor esmero. Y cuando la encuentra, también reúne a sus amigas y vecinas, para que compartan su satisfacción por haber encontrado lo que se le había perdido (Lc 15,8-9). La iniciativa de la mujer tipifica la iniciativa de Dios que se ocupa insistentemente por encontrar al pecador. La alegría por la conversión del pecador trasciende el círculo humano y se dirige a los “ángeles del cielo”, es decir, al mismo Dios (v10). 

Conclusión
 Estas parábolas muestran el rostro misericordioso de Dios que por la predicación y el accionar de Jesús busca la conversión de los pecadores y la inclusión de los marginados. Los Evangelios en general, pero el de Lucas en particular caracterizan el ministerio de Jesús cercano a los despreciados de la sociedad con quienes comparte familiarmente, predica la Buena Nueva del Reino, cura a los enfermos, perdona a los pecadores, alienta a los caídos y fortalece a los débiles. El Dios de Jesús es puro amor, posee entrañas de misericordia, no quiere la muerte del pecador sino que recupere su dignidad de hijo, por eso se alegra cuándo vuelven a él. Este Dios es tan diferente al de los fariseos y maestros de la Ley, por eso, la gente capta inmediatamente el mensaje de Jesús, y a pesar de las exigencias del seguimiento quieren seguirlo porque desean ser parte del banquete de la felicidad, de la vida y del perdón.  

domingo, 5 de septiembre de 2010

El evangelio del domingo: Seguir a Jesús

Mario Ramón Tenti
Domingo 23 durante el año: 5 de setiembre del 2010
Lucas 14, 25-33
Introducción
Después de narrar la parábola del banquete (14, 15-24), Lucas pretende situar nuevamente a los lectores en el camino de Jesús a Jerusalén: “Una gran cantidad de gente acompañaba a Jesús por el camino” (v 25). Es este el contexto en el que Jesús pronuncia una instrucción sobre las condiciones para ser un auténtico discípulo. Seguir a Jesús y ser parte de su Reino (descrito en la parábola del banquete), a la par de la necesidad de ser invitado, exige una serie de condiciones: renuncia voluntaria a los vínculos afectivos con la familia (v 26), renuncia radical al propio interés (v 27), y a las posesiones materiales (v 33). A la vez, el seguimiento exige un verdadero discernimiento a cerca de las consecuencias que implica. (vv 28-32).

Condiciones para seguir a Jesús
“Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío”. (v 26). Esta exigencia, subordina a las demandas de ser discípulo los afectos más fundamentales como el amor a la familia, incluso a la propia vida. El discípulo tiene que estar dispuesto a abandonar los afectos más profundos de su corazón para seguir a Jesús; más aún, tiene que estar dispuesto al martirio si dicho seguimiento  lo exigiese como implicancia del cargar la cruz y seguirlo (v 27). De igual manera, la renuncia a todos los bienes (v 33), pone de manifiesto la radicalidad que el maestro exige a sus discípulos.

Responsabilidad en el seguimiento
Hacerse discípulo de Jesús, supone por un lado ser “invitado” por el maestro, cumplir una serie de exigencias, y tomar con responsabilidad el compromiso asumido (vv 28-30.31-32). Por eso, hay que prever no sólo las exigencias del seguimiento, sino también evaluar las condiciones personales y las consecuencias que puede acarrear. Jesús, dice a sus seguidores que antes de tomar una decisión comprometida, deben analizar con calma las implicaciones del paso que están por dar, y que Lucas ejemplifica en las parábolas del que está por construir una torre (28-30) y del rey que va a la guerra (vv 31-32). Ser discípulo de Jesús exige responsabilidad en el anuncio del Reino y un compromiso impostergable para hacerlo presente en la realidad cotidiana.

Conclusión
Estas, como tantas otras exigencias puestas por Jesús y por la comunidad cristiana, para ser un auténtico discípulo, sacadas de contexto y sin el horizonte correspondiente pueden desalentar a aquellos que entusiasmados por la escucha de la Palabra del Señor desean seguirlo. Es cierto que el seguimiento exige la entrega de la vida, es decir, poner como centro el Reino de Dios frente a lo cual todo lo demás pasa a un segundo plano. Pero, es necesario decir, que seguir a Jesús es en sí mismo un camino de gozo, de alegría, de felicidad inigualable. Más aún, seguirlo, nos permite experimentar ya, la salvación que nos ha prometido y otorgado en la Cruz. De igual manera, si alguien al seguirlo no ha podido cumplir con todas las exigencias que el maestro pide, debe saber, que siempre tendrá una nueva oportunidad, porque lo que Jesús quiere es nuestra salvación, nuestra felicidad y no nuestra desdicha.   

domingo, 22 de agosto de 2010

El evangelio del domingo: Los últimos serán los primeros

Mario Ramón Tenti

Domingo 21 durante el año: 22 de agosto del 2010
Lucas 13,22-30

Introducción
Mientras Jesús sigue de camino hacia Jerusalén, instruyendo a sus discípulos y a la gente, una persona le pregunta por el número de los que van a experimentar la salvación que trae el Reino: “Señor, son pocos los que se salvan?” (V 23). Lo que está detrás de esta pregunta es la creencia en el judaísmo de que todo Israelita, por el hecho de serlo, entrará a formar parte del mundo futuro. ¿Qué pasará con el resto de la humanidad? ¿Entrarán en el Reino?

Luchen por entrar por la puerta estrecha
Jesús no responde a la pregunta planteada, no importa el cuánto, sino el cómo. Para entrar al Reino hay que “esforzarse”, porque la única puerta de acceso es “estrecha”. Muchos intentarán entrar, pero no podrán. (V 24). Más aún, intentarán entrar cuando ya sea demasiado tarde, cuando el dueño de casa haya cerrado la puerta. Esto significa que el  acceso al Reino depende no sólo del “esfuerzo” por entrar por la puerta estrecha, sino también de la actitud del dueño de casa que cierra la puerta en un tiempo insospechado y deja fuera a los “desconocidos”. Estos, dicen haber comido con él,  y escuchado sus enseñanzas, pero el dueño de casa (Jesús) nos los conoce ni sabe de dónde vienen. Incluso, les dice: “apártense de mi todos los que practican la injusticia”. (v 27). Estos que son echados fuera del Reino son aquellos que se conformaron con un vínculo superficial con el maestro, es decir, que no adhirieron a su llamada a la conversión ni pusieron en práctica sus enseñanzas.

Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos
Inmediatamente después (vv 28-30) el Reino es descrito como la celebración de un banquete en el cuál participan el dueño de casa, los recién admitidos junto a Abrahán, Isaac, Jacob y los profetas de Israel. Los admitidos no sólo son los contemporáneos de Jesús sino “gente del este y oeste, del norte y del sur” (el Israel reconstituido) que en el Evangelio de Lucas designa a los paganos. Sin duda que esta situación refleja el rechazo de Jesús de parte de algunos sectores de su pueblo, pero manifiesta con mayor claridad la preocupación de la comunidad cristiana ante la apertura del Evangelio a los paganos.
Por último, el pasaje concluye con una máxima que anuncia la inversión de los valores de la sociedad que promueve el Reino: los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos. Jesús, es un signo de contradicción, y frente a él no cabe otra posibilidad que decidirse a favor o en contra. El Reino exige radicalidad en la entrega, por eso muchos que piensan que son los primeros en entrar al Reino, serán los últimos y los que son considerados últimos serán primeros.

Conclusión

En nuestra sociedad actual no son muchos los que se preocupan por la salvación que trae el Reino instaurado por Jesús; incluso, el “cómo” se accede a ese Reino resulta poco claro. Quizás algunos piensen que se entra al Reino a través de prácticas meramente cultuales; otros, por el sólo hecho de “pertenecer a la Iglesia de Jesús”; algunos tal vez, crean que depende exclusivamente del esfuerzo humano (esforzarse por entrar por la puerta estrecha). Pero, para Jesús, la salvación es un don gratuito que su Padre Dios regala a aquellos que escuchan su palabra y la practican, para aquellos que obran la justicia y la misericordia. Es cierto que la puerta para entrar es estrecha, y que es necesario esforzarse, pero más cierto es aún, que es el mismo Jesús quién dispone su apertura y en quién confiadamente debemos poner nuestras expectativas y anhelos de Salvación. Si confiamos en él y practicamos sus enseñanzas, ya somos salvados.

domingo, 15 de agosto de 2010

El evangelio del domingo: La asunción de María

Mario Ramón Tenti 
Asunción de la Virgen, cuadro de Juan Carreño.
Lucas 1,39-56
Introducción 
El episodio que reflexionamos consta de dos partes principales: a) encuentro de María con Isabel, en el que la anciana reconoce a María como la “madre de mi Señor” (vv 39-45), b) reacción de María ante la alabanza de Isabel y ante la maravillosa actuación de Dios en ella: cántico del magníficat (vv 46-55). Todo el pasaje esta colorido de alabanzas: Isabel alaba a María y María proclama la grandeza del Señor. 
a). Encuentro y felicitación (vv 39-45).
María emprende un apresurado viaje a casa de unos familiares suyos, que viven en una ciudad serrana de Judea. María sabe que Isabel está embarazada porque el mensajero celeste se lo dijo (1,36-37) y por eso va a visitarla. Al saludarse las dos mujeres, Isabel siente un sacudón en su interior; el niño da saltos que son prefigurativos de lo que ella declarará: “bendito el fruto de tu vientre”, es decir, la presencia del Señor en el seno de María.  Por eso, es bendita entre las mujeres, porque es bendito el fruto de su vientre y es dichosa porque “ha creído”, por su fe. María es alabada porque es la madre del Señor y por ser la gran creyente.
Desde el comienzo de la narración, Lucas une dos temas capitales en la figura de María: “la humilde esclava del Señor” (Lc 1,38) es “la que ha creído” (Lc 1,45, la que realiza en toda su plenitud el ser discípulo, “dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 8,21). 
b) Reacción de María: el “magníficat”
A los elogios y felicitaciones de Isabel, maría responde con un cántico de alabanza dónde ensalza la maravillosa actuación de Dios y lo proclama solemnemente “su salvador”. El motivo de esta proclamación reside en el reconocimiento de María de que el nacimiento de su Hijo va a suponer una forma totalmente nueva de salvación que traerá alegría y esperanza a su pueblo. Ese Dios, Santo y Poderoso, se manifestará “misericordioso” con aquellos que le temen, es decir, le son fieles. Más aún, Dios invertirá las situaciones de injusticia que los poderosos crean en provecho propio: “derribó a los potentados de su trono y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y a los ricos despidió sin nada” (vv 51-53).
En la conclusión del Magníficat, María declara que esta salvación futura que va a realizarse en el nacimiento, desarrollo y actividad pública de Jesús está en íntima relación con la alianza que Dios selló  con Abrahán: “auxilió a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abrahán y su descendencia por siempre”. (vv 54-55). 

Conclusión
La Iglesia celebra hoy la Asunción de María, misterio que está asociado no sólo a su maternidad sino también a su vida de discípula. María es la gran creyente, la que medita en su corazón las palabras y signos que su Hijo realiza, la que lo acompaña durante su ministerio (aún cuando muchas veces no lo entendía) y permanece fiel ante la Cruz, la que estará junto a los otros creyentes a la  hora del testimonio y de la difusión del Evangelio. Por eso, la Iglesia, cree que el Cristo Glorioso la llevó a los cielos sin que conociera la corrupción producto de la muerte. De allí, que los creyentes vean en María la certeza de su propio destino: ser glorificados  y vivir en comunión perfecta con Dios.