domingo, 15 de agosto de 2010

El evangelio del domingo: La asunción de María

Mario Ramón Tenti 
Asunción de la Virgen, cuadro de Juan Carreño.
Lucas 1,39-56
Introducción 
El episodio que reflexionamos consta de dos partes principales: a) encuentro de María con Isabel, en el que la anciana reconoce a María como la “madre de mi Señor” (vv 39-45), b) reacción de María ante la alabanza de Isabel y ante la maravillosa actuación de Dios en ella: cántico del magníficat (vv 46-55). Todo el pasaje esta colorido de alabanzas: Isabel alaba a María y María proclama la grandeza del Señor. 
a). Encuentro y felicitación (vv 39-45).
María emprende un apresurado viaje a casa de unos familiares suyos, que viven en una ciudad serrana de Judea. María sabe que Isabel está embarazada porque el mensajero celeste se lo dijo (1,36-37) y por eso va a visitarla. Al saludarse las dos mujeres, Isabel siente un sacudón en su interior; el niño da saltos que son prefigurativos de lo que ella declarará: “bendito el fruto de tu vientre”, es decir, la presencia del Señor en el seno de María.  Por eso, es bendita entre las mujeres, porque es bendito el fruto de su vientre y es dichosa porque “ha creído”, por su fe. María es alabada porque es la madre del Señor y por ser la gran creyente.
Desde el comienzo de la narración, Lucas une dos temas capitales en la figura de María: “la humilde esclava del Señor” (Lc 1,38) es “la que ha creído” (Lc 1,45, la que realiza en toda su plenitud el ser discípulo, “dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 8,21). 
b) Reacción de María: el “magníficat”
A los elogios y felicitaciones de Isabel, maría responde con un cántico de alabanza dónde ensalza la maravillosa actuación de Dios y lo proclama solemnemente “su salvador”. El motivo de esta proclamación reside en el reconocimiento de María de que el nacimiento de su Hijo va a suponer una forma totalmente nueva de salvación que traerá alegría y esperanza a su pueblo. Ese Dios, Santo y Poderoso, se manifestará “misericordioso” con aquellos que le temen, es decir, le son fieles. Más aún, Dios invertirá las situaciones de injusticia que los poderosos crean en provecho propio: “derribó a los potentados de su trono y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y a los ricos despidió sin nada” (vv 51-53).
En la conclusión del Magníficat, María declara que esta salvación futura que va a realizarse en el nacimiento, desarrollo y actividad pública de Jesús está en íntima relación con la alianza que Dios selló  con Abrahán: “auxilió a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abrahán y su descendencia por siempre”. (vv 54-55). 

Conclusión
La Iglesia celebra hoy la Asunción de María, misterio que está asociado no sólo a su maternidad sino también a su vida de discípula. María es la gran creyente, la que medita en su corazón las palabras y signos que su Hijo realiza, la que lo acompaña durante su ministerio (aún cuando muchas veces no lo entendía) y permanece fiel ante la Cruz, la que estará junto a los otros creyentes a la  hora del testimonio y de la difusión del Evangelio. Por eso, la Iglesia, cree que el Cristo Glorioso la llevó a los cielos sin que conociera la corrupción producto de la muerte. De allí, que los creyentes vean en María la certeza de su propio destino: ser glorificados  y vivir en comunión perfecta con Dios.   

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