domingo, 15 de agosto de 2010

Nota de domingo: Cómo escribir un soneto

Alberto Tasso

Para comenzar un soneto hace falta una frase eficaz de once sílabas, separada por un conveniente hemistiquio en la sexta.
Luego, componer una cuarteta con rima asonante o consonante, apareadas primera-tercera y segunda-cuarta, o bien primera-cuarta y segunda-tercera.
Después de escrita la primera estrofa acometer la segunda, concebida con el mismo parámetro y semejante espíritu.
Ahora vienen los tercetos, ese desafío que obliga a plantear el problema con un ritmo más rápido y la necesaria síntesis.
Admiten varias formas de organizar la rima, que diferirá de la empleada en las cuartetas, y se repetirá en ambos.
Es sabido que el último verso encierra el problema de la resolución o remate, que conmueve al lector por su mayor tensión que condensa el poema.
El soneto es obra de teatro o narración pautada por el ritmo del verso endecasílabo (o alejandrino, de catorce) reforzada por la rima, que da el compás.
Cada estrofa es una escena, aunque a veces la puntuación y los versos encabalgados la seccionan y disimulan.
Algunos autores prescinden de la división en estrofas, otros de la rima, otros del metro y hasta del ritmo, pero estas variaciones no desmienten la forma clásica.
En catorce versos debemos enunciar sentimientos, situaciones, problemas, soluciones, aporías, irresueltas pulsiones o claves de la vida.
Lo obvio es fácil de decir. Pero siempre es necesario recordar que para la magia no hay receta. Ciento cincuenta y cuatro sílabas. El resto es vanidad de vanidades.

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