domingo, 12 de septiembre de 2010

El Evangelio del domingo: La oveja perdida

Mario Ramón Tenti

Domingo 24 durante el año: 12 de setiembre del 2010
Lucas 15,1-10

Introducción
En su camino a Jerusalén, después de adoctrinar a quiénes lo seguían a cerca de las condiciones para ser discípulo suyos, ahora, Jesús se dirige a los fariseos y doctores de la ley para contestar, por medio, de parábolas, la actitud de estos personajes que lo critican porque recibe a los pecadores y come con ellos.
Las tres parábolas: “de la oveja perdida” (4-7), la moneda extraviada (8-10), y el hijo pródigo (11-32) caracterizan a Jesús como aquel que revela y manifiesta el amor y la misericordia de Dios con los pecadores, es decir, los despreciados y marginados por el resto de la sociedad, y el llamado al arrepentimiento y a la conversión que éste realiza. 
El tema de la “alegría” es común a las tres parábolas y manifiesta el gozo de Dios por aquellos que se convierten.

La oveja perdida (4-7)
“¿Quién de ustedes que tenga cien ovejas, y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el descampado y va en busca de la descarriada hasta encontrarla?” Esta comparación justifica el accionar de Jesús que sale al encuentro de los pecadores, de los excluidos de la sociedad, y comparte con ellos la “mesa” y la vida. “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y ha salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10). Esta actitud de Jesús, tiene una doble finalidad: mostrar que el Reino de Dios ha llegado y se manifiesta como un “banquete” en dónde los últimos son incluidos, y a la vez, mostrar la misericordia de Dios, cuya iniciativa salvífica se manifiesta en el  misterio de Jesús orientado hacia los pecadores.
Ahora, el sentido fundamental de la parábola no reside exclusivamente en la iniciativa del pastor que sale a buscar a la oveja perdida, sino que incluye la celebración jubilosa del encuentro. Dios se alegra, “hace una fiesta” porque los pecadores se convierten, porque los últimos son incluidos. Así es el Dios de Jesús, tan misericordioso, con rasgos de inmensa bondad, que devuelven la dignidad a aquellos que la han perdido.

La moneda perdida (8-10).
Esta parábola está en casi perfecto paralelismo con la anterior. Se trata de una mujer que ha perdido una moneda y se pone a buscarla con el mayor esmero. Y cuando la encuentra, también reúne a sus amigas y vecinas, para que compartan su satisfacción por haber encontrado lo que se le había perdido (Lc 15,8-9). La iniciativa de la mujer tipifica la iniciativa de Dios que se ocupa insistentemente por encontrar al pecador. La alegría por la conversión del pecador trasciende el círculo humano y se dirige a los “ángeles del cielo”, es decir, al mismo Dios (v10). 

Conclusión
 Estas parábolas muestran el rostro misericordioso de Dios que por la predicación y el accionar de Jesús busca la conversión de los pecadores y la inclusión de los marginados. Los Evangelios en general, pero el de Lucas en particular caracterizan el ministerio de Jesús cercano a los despreciados de la sociedad con quienes comparte familiarmente, predica la Buena Nueva del Reino, cura a los enfermos, perdona a los pecadores, alienta a los caídos y fortalece a los débiles. El Dios de Jesús es puro amor, posee entrañas de misericordia, no quiere la muerte del pecador sino que recupere su dignidad de hijo, por eso se alegra cuándo vuelven a él. Este Dios es tan diferente al de los fariseos y maestros de la Ley, por eso, la gente capta inmediatamente el mensaje de Jesús, y a pesar de las exigencias del seguimiento quieren seguirlo porque desean ser parte del banquete de la felicidad, de la vida y del perdón.  

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