viernes, 17 de septiembre de 2010

Kirchner, ¿hombre fuerte u hombre débil?

Mariano Grondona
Néstor y Cristina Kirchner.
Hasta hace pocos días se tenía por seguro que Néstor Kirchner era el "hombre fuerte" de la Argentina. Sus seguidores lo alababan y sus opositores lo cuestionaban, pero unos y otros coincidían en reconocer que Kirchner, por lo pronto, mandaba. Esta hipótesis de trabajo, ¿continúa siendo sostenible después de lo que pasó durante los últimos días? Desde la madrugada del domingo, cuando lo afectó una crisis cardíaca, la imagen de un Kirchner físicamente robusto fue reemplazada por la imagen de un Kirchner físicamente vulnerable. ¿Podría haber un tercer episodio vascular? Nadie lo sabe.
Pero a esta duda "médica" sobre la prolongación del poder de Kirchner acaban de sumarse, en rápida sucesión, otras dudas esta vez "políticas" como la orden que acaba de dirigirle con amplia mayoría la Corte Suprema para que cese la resistencia que, a través del gobernador de Santa Cruz Daniel Peralta, se ha empeñado en oponerle al máximo tribunal desde que éste le ordenó, hace ya más de un año, reponer en su cargo al procurador general de aquella provincia Eduardo Sosa, un verdadero "ultimatum" que, de ser nuevamente desobedecido, plantearía un grave conflicto de poderes entre el Poder Judicial y el Poder Ejecutivo nacional, del cual depende enteramente el gobernador Peralta.
¿La Corte, finalmente, despierta? También despertaron ayer por la tarde los jueces que votaban para elegir a sus representantes ante el poderoso Consejo de la Magistratura en una dirección opuesta a la actual, como ya había ocurrido con la elección del doctor Alejandro Fargosi en representación de los abogados. Todo indica que Kirchner podría perder en poco tiempo el monopolio del nombramiento y la remoción de los jueces del que había gozado.
El "hombre fuerte" que nos había gobernado, ¿se está convirtiendo acaso en un "hombre débil"? En la medida que empieza a ser válida, esta pregunta subraya una paradoja que los gobernantes autoritarios insisten en ignorar. Los autócratas que en países como Venezuela y la Argentina pretenden proyectar una imagen interminable de poder, ¿son acaso más fuertes que los gobiernos republicanos que rodean a la Argentina en Brasil, Chile, Uruguay y Colombia, u ocurre al revés? Las repúblicas no autoritarias, gobernadas por presidentes que no aspiran a retener el poder para siempre sino dentro del plazo estricto que les ha sido asignado, plantean de hecho una secuencia "inmortal" porque a sus períodos constitucionalmente "breves" los suceden otros del mismo tenor hasta que entre todos suman ya no "años" sino "décadas" de continuidad, en tanto que a las dictaduras autodefinidas como interminables las alcanza tarde o temprano un dato insoslayable: que hasta los hombres autodefinidos como providenciales son, también, física o políticamente "mortales".

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