sábado, 30 de mayo de 2009

Una vergüenza


Fue una verdadera odisea la que le tocó vivir a nuestro comprovinciano Ricardo Gutiérrez, hombre del monte santiagueño, en el renovado hospital Público de Añatuya.

Fue el sábado 23 de mayo cuando encontró a su mujer a la vera de la ruta con su pequeño hijo en brazos, con graves problemas de salud. Le costó, pero logró llegar a la ciudad y que lo atendiera un médico, aunque tuvo que comprar medicamentos por pedido de las autoridades del hospital y por la información de los médicos, que le dijeron que no había insumos.

Frente a tamaña situación, Gutiérrez pidió encarecidamente que derivaran a su hijo al hospital de Niños de Capital o de La Banda. Grande fue su sorpresa cuando una médica (de apellido Nassif), le dijo que no podría hacer la derivación en razón de que la ambulancia no iba a viajar con un solo paciente. Había que esperar dos o tres enfermos más para recién hacer arrancar el vehículo. “Por un enfermo no vamos a gastar en combustible”, le dijo la médica.

Como cualquier vecino normal, Gutiérrez recurrió a la comisaría de Añatuya porque quería asentar una denuncia, frente a la desatención de su hijo enfermo. Otra respuesta insólita. Le dijeron los policías añatuyenses que no debía formular ninguna denuncia, sino una simple “exposición reservada”. El pobre, desesperado, aceptó el trámite.

Ocurre que cuando se informó la médica Nassif, se enojó y decidió no atender al niño enfermo. “Tengo un pariente abogado (Mario Nassif), que trabaja en el Poder Judicial, por lo que usted puede realizar la denuncia que se le ocurra, que a mi no me va a para nada”.

Hospital sin insumos, médicos desconsiderados, fue lo que encontró un hombre del interior cuando fue a un hospital público. Una vergüenza sin par. ¿A dónde están las autoridades? ¿El director del hospital? ¿El jefe de policía? ¿El ministro de Salud? ¿Los jerarcas que se llenan la boca de que transitamos un “nuevo Santiago?.

Tomar conocimiento de casos como el de este chico enfermo es comprender que Santiago ha retrocedido y que todo lo que se dice y comunica al pueblo es mentira. Que aquí se gobierna para otra cosa. Para tener autódromos, gastar fangotes de dinero en fiestas familiares con Mirta Legrand, aunque en hospitales como el de Añatuya se abandone la salud de los niños.

El pobre Gutiérrez prefirió salvaguardar a su hijo y solicitó el alta voluntaria del niño, contrató un remisse y, el 27 de mayo, lo internó en el hospital de Niños de la capital.

Algún día, esto va a terminar. Seguro cuando se postulen y lleguen gobernadores en serio. Será el día en que a médicos y a policías como estos de Añatuya les caiga todo el peso de la ley.

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