lunes, 29 de octubre de 2018

La persecución de cristianos

Por Eduardo J. Maidana.
Entrevistado por al diario La Vanguardia, de Barcelona, España, fue  publicada el 12 de junio de 2014. Recoge del Papa Francisco que dijo estar convencido de que la persecución contra los cristianos, hoy es más fuerte que en los primero siglos de la Iglesia (sic).
Registra el dicho doña Pilar Rahola, destacada periodista catalana, en su libro “S.O.S. Cristianos. La persecución de cristianos en el mundo de hoy. Una realidad silenciada”, editado en junio pasado en Buenos Aires por el Grupo Editorial Planeta (página 22).
Lo primero que atrae y, a la vez, asombra, es la novedad que nada tiene de casualidad, como es la coincidencia de que la autora, y el prologuista (páginas (11/15), don Julio María Sanguinetti, que fuera presidente de Uruguay, los dos no son creyentes, y denuncian la actual matanza de miles de adoradores de Jesucristo y nada más que por su fe.
A Pilar Rahola, fiel a sí misma, conocí hace unos años cuando, desde su creencia personal (el ateísmo o el gnosticismo,  también son un acto de fe), enfrentó al gobierno catalán que proyectó sustituir Navidad por la Semana de la Familia, y se opuso, nada más y nada menos que en nombre  de veinte siglos de la cultura en la que vive el mundo occidental.
Salpimentado con ese no sé qué de doña Pilar, chispeó su salero, recuerdo. Dijo, estos tíos no me van  a quitar el árbol de Navidad, los villancicos, turrones y demás. Es mi cultura y lleva veinte siglos.  Ahora, en este libro que cito, doña Pilar estima en casi un 30% el total de cristianos en el mundo (serían más de 2.000 millones), sin separar por la iglesia a la cual pertenecen. Igual son cristianos.

¿Desde dónde mira?

La Iglesia Católica ora por los cristianos perseguidos y asesinados.
La Rahola desde su cabal humanismo frente al absoluto silencio de los medios de comunicación, gobiernos y demás, una real emparejada en el palmar con Sanguinetti, advierten: en este libro, no se abordan la moral de un colectivo religioso, sino la ética de toda la humanidad.
Simplemente aborda desde la ética, la persecución con perspectivas de exterminio en muchos países, un mundo cristiano que Occidente no asume claramente como propio. Sumados loa ataques al pueblo judío, el único y más antiguo (con más de 5.000 años de existencia), desnuda su real naturaleza.
Occidente y desde su centro europeo ha terminó olvidando algo tan elemental y obvio: las creencias sostienen las culturas. Tendría que regresar a Ortega y Gasset y nada más que hasta ahí.
Se trata de destruir los valores de Occidente, su liberalismo humanista, su concepción de la igualdad de los derechos de todos los seres humanos, su libertad de culto, su Estado de derecho Pero, el cristianismo occidental no muestra la firmeza esperada opugnando la voluntad de exterminio tan clara., comenta el prologuista (sic).
En el Kurdistán turco, la Iglesia Ortodoxa Siríaca, que nació en el Siglo I, con 500.000 miembros a principios del siglo XX. Los que pasaron al siglo XXI fueron nada más  que 5.000. No por una epidemia de descreídos. Se trata de asesinatos. 
Nunca hubo, desde la época de las catacumbas, que fue del Siglo I, de C hasta el 380, un plan exitoso, organizado e impune, de borrar de la faz de la tierra comunidades enteras integradas por decenas de miles de personas. Y por el único delito de su fe religiosa.
Sanguinetti, que fue presidente de Uruguay, abre su proemio invocando a Cicerón y su sentencia: la verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio. Algo parecido permite la actitud de la ONU. Que acaba de incorporar a Arabia Saudita a la comisión que debe tutelar y velar por el derecho de las mujeres. Comisión en la que todos sus integrantes son masculinos.
Hillel Neuer, director de United Natión Watch, comentó que han elegido a un pirómano como jefe de bomberos. No es gratuito y tan equivocado el desprestigio de la ONU. Comenta doña Pilar.

La mudez de Occidente

La preocupación del prologuista citado es el silencio de occidente, y, así lo creo, por  la mudez de sus órganos mediáticos de libre expresión. Lo confirma la reacción  mundial inversa, zafada del silencio, por el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, disidente frente a la dinastía real en su país natal.
Khashogui, corresponsal del Washington Post, fue visto ingresar a la embajada saudí en Estambul. Pero nadie lo vio salir. La versión que cobró credibilidad es su muerte y desintegración en el interior de la embajada.
Esta vez occidente no tiene espacio para mirar en otra dirección.

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