jueves, 20 de enero de 2011

El mar y las sociedades

Por Eduardo José Maidana.

 Como el mar las sociedades nunca están quietas: se agitan, contradicen, revuelven, alzan torbellinos y abren honduras. El mar en un alto porcentaje es previsible. Las sociedades gozan de la imprevisible libertad que el mar desconoce. Pero al cabo de los hechos ocurridos el análisis nos confirma que había señales más o menos claras de lo que podía ocurrir. No las supimos leer en “los signos de los tiempos”.
¿Qué es el destino?, importa decirlo. Un núcleo duro lo constituyen: el lugar y tiempo de nacer, los padres y la familia, el temperamento y las circunstancias. Luego entramos, cada uno, con las elecciones y opciones de nuestra libertad que formarán el carácter en el ejercicio de esa libertad recibida en semilla y ganada en el día a día. ¿Y el azar?, lo hay, sin duda, ¿quién no lo experimentó? Mas, culpar de las oportunidades perdidas por nuestra libertad a la fatalidad o al destino es una forma crónica de inmadurez.
Descubrir “los signos de los tiempos” es la misión. Parejas al paso sin el costo de la responsabilidad personal y social de contraparte; el alcohol, la droga, la vagancia; la crispación y la violencia; el consumismo obsesivo; la insensibilidad moral respecto al otro; el aturdimiento permanente; la esclavitud cibernética de cualquier tipo; el robo bajo todas sus formas: arrebato, asalto, defraudación, coima; el automatismo indiferente del hecho criminal, la violación, la agresión salvaje individual o en grupos; destrucción sin motivo de bienes públicos o privados: escuelas, templos, viviendas, vehículos; la insolidaridad del individualismo aberrante, la destrucción de la familia y el suicidio.
Un ejemplo no tan antiguo. Casi al unísono se produjeron hechos tremendos: la balacera en la plaza de Pekín, la matanza de estudiantes en la plaza de las 3 culturas en México, el mayo francés, secuestro de Aramburu e irrupción de la violencia armada en la Argentina, la rebelión de jóvenes en California, las brigadas rojas en Italia y Alemania. Lugares tan distantes y desconectados y de pronto? Creo que Edgar Morain le apuntó a la proletarización intelectual. Universitarios, ante aislados, pasaron a una zona gris en común con los obreros y, en los cursos finales, se dieron con la angustia del mañana y no hallarle sentido a recibirse. Habíamos llegado al fin de las certezas.
Lo central creo que reside en: “hallar el sentido de la vida” (Victor Frankl). Un trabajo entre jóvenes podría iniciarse con este libro de cabecera. En el suicidio de un enfermo (depresivo, infeccioso, fisiológico u orgánico) no sería la enfermedad la causa sino la pérdida de sentido del sufrimiento o la privación. Hay grupos eminentes que estudian para descubrir las tendencias en la macro sociedad. De esto se trata. Incluso en cada votación. En la que los punteros son barridos por el oleaje. Fue el caso Alfonsín.
¿Hay relación en lo enunciado en cada caso? ¿Qué nos está gritando la sociedad en su movimiento permanente de marejada encrespada? Asignado el carácter de “signos” en su definición cabal: indicación, aviso, señal, prevención, el paso siguiente es eviscerar el bicho para buscar en su interior: aviso, señal o indicación ¿de qué? El consejo parece ser que 1) hallemos el punto que tengan en común; 2) la selección de los comunes y en qué; e 3) intentar averiguar la tendencia a través de lo que más duela, preocupe y priorice la sociedad nuestra en lo profundo para lo cual las encuestas (que son una foto), sirven de tan poco casi nada. Salvo que la tendencia medida y el discurso instalado coincidan.

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