sábado, 24 de diciembre de 2011

Al menos el obispo Uriona pidió por los campesinos

Adolfo Uriona, obispo de la Diócesis de Añatuya.
Aunque con simples referencias, el obispo de la Diócesis de Añatuya, Adolfo Uriona, reclamó (tibiamente) que terminen en Santiago del Estero los conflictos de tierra y algunos hechos de violencia.
Una queja temerosa que se quedó corta frente a los crímenes que conmueven al país y que se ejecutan en el ámbito de su Diócesis. La ciudadanía (y sobre todo su grey), esperaba un pronunciamiento sin tapujos sobre el funcionamiento de la justicia inoperante, de la mala policía y de los amigos y funcionarios del gobernador Gerardo Zamora que se apodera de campos fiscales a los que “legalizan” y luego venden a los ricos sojeros foráneos.
Nada ha referido Uriona en su mensaje de Navidad sobre el reciente asesinato del joven campesino Cristian Ferreyra, como si no hubiera interpretado el sentimiento provincial y nacional que provocó este crimen ni la repercusión social que siguen generando las injusticias a las que se someten a indefensos comprovincianos, que residen en el interior olvidado por los gobernantes.
Al definir a 2011 como “un año de luces y sombras” no ha servido ni es lo que los santiagueños aguardan de sus pastores de la Iglesia Católica.
Es bueno que Uriona rece por un “diálogo fructífero”, pero no puede dejar de echar una mirada sobre jueces, ministros y policías que son cómplices de los amigos y parientes de los gobernantes que por hacer negocios están dispuestos a arrasar y hasta a matar a nuestros campesinos.

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