viernes, 3 de abril de 2009

¡Cómo decirle adíos, don Raúl!


Por Víctor Daniel Nazar, abogado penalista

Cuesta mucho entender el sentido de la vida; pero mucho más nos cuesta comprender como destino a la muerte.
 
Con su muerte hoy se marchita don Raúl; un pedazo de vida en cada argentino. Porque él, casi sin quererlo, fue parte nuestras vidas.

Muchos tuvimos la suerte de conocerlo en nuestra juventud, otros lo acompañaron por la vida. Nuestros hijos y nietos, téngalo por seguro, sabrán de usted por nuestra memoria.
 
Memoria en la que siempre retumbará en interminable eco  el Preámbulo de la Constitución Nacional, cuyo significado y filosofía usted pregonó como modo, estilo y objetivo de vida para los argentinos. Así lo entendieron los intelectuales y hasta el más humilde de los compatriotas.
 
Un país todo está de duelo, y ello debe engrandecer su memoria. 
 
Usted, don Raúl, no  fue patrimonio de sector político alguno. Hoy, todo un pueblo, sin banderías políticas (como le gustaba decir), nos encuentra (como siempre quiso), nuevamente unidos pero con profundo dolor. Es que estamos despidiendo a un gran argentino.
 
Su vida será juzgada por la historia en lo polito y en lo personal.

Téngase por seguro que está absuelto como buen cristiano de todo pecado terrenal, y no habrá mármol o bronce alguno que sintetice su grandeza personal.
 
Pocos fueron los hombres que arrancaron lágrimas al pueblo. Usted es uno de esos  privilegiados.
 
Dios quiso llevarlo a su gloria celestial, donde estará junto a don Hipólito Yrigoyen y a don Arturo Illia; privilegio reservado sólo a hombres honestos, probos y de fuerte integridad moral. Quienes, por desgracia, son la excepción de una clase política en extinción.

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