sábado, 25 de julio de 2009

El dominio de los depredadores

Por Federico Pinedo, presidente del bloque Pro de la Cámara de Diputados de la Nación

Tres canchas de tenis, varias piletas, tres cuatriciclos, camionetas 4x4, fines de semana por 30.000 pesos con "conejitas". Si todo esto pudo verse en referencia a un novel intendente de Santiago del Estero, ¿con qué nos encontraríamos si hurgáramos más arriba?

Este mundo de aviones Lear Jet para el uso diario de secretarios de Estado; mansiones apabullantes; pisos en Puerto Madero cuyo alquiler vale más que los sueldos de los ocupantes; valijas de cocaína en líneas aéreas paraestatales; valijas de dinero en aviones gubernamentales; sobreprecios de obras públicas reconocidos, pero que no mueven a la resolución judicial; persecución judicial y espionaje telefónico a los opositores; votos cautivos por la miseria, por los bolsones de comida, por los planes sociales; robos de DNI. Este mundo es el mundo de los depredadores.

Los depredadores no son sólo oficialistas y menos aún son todos de un mismo partido.

Los depredadores son un club multipartidario, porque es vital para su ecosistema que cuando a alguno le toque perder, pueda ser protegido por los socios que lleguen al poder desde la vereda de enfrente y, si se puede, seguir depredando. Los depredadores son hoy de uno y mañana de otro. Les da igual. En el fondo, aunque no se lo confiesan a sus hijos, ellos íntimamente lo saben: van por la plata, no por la política.

¿Qué mejor para un lobo que disfrazarse de abuelita? La apariencia de abuelita de los depredadores de izquierda o de derecha son los grandes ideales: la sensibilidad social, la democracia, la "inserción internacional", Perón y Evita, el Che Guevara, la necesidad de inversiones, la opción por los más pobres, la solidaridad, la defensa de la Nación frente a enemigos externos, cuanto más inasibles, mejor. Así, las 4x4 y los relojes de oro quedarán cubiertos de las miradas inoportunas por los insultos a "la derecha", a "los retrógrados" o a los odiosos del pasado.

Lo malo para los depredadores "progresistas" es cuando los compañeros de izquierda de verdad, que van por la política, como el senador uruguayo Pepe Mujica, se refieren a nosotros como un país gobernado por coimeros. Lo malo para los derechistas es cuando no reciben inversiones porque no ganan sino los amigos del gobierno de turno. Y lo malo para los ideales nacionales es ver a los depredadores interactuar con el dinero concentrado de multinacionales o de capitalistas amigos: allí entregan todo, la dignidad del país, la competencia que favorece a los consumidores, el control de cumplimiento de obligaciones, todo.

Del mismo modo en que antes algunos policías hacían caja con la quiniela y los piringundines, y ahora otros la han hecho con los desarmaderos de autos, la droga y hasta los secuestros, antes algunos depredadores cobraban un porcentaje de ciertas obras y ahora se quieren comprar las empresas a fuerza de extorsión a sus accionistas, con actos administrativos del gobierno nacional. La impunidad lleva a excesos y cuando los jueces no los paran, es porque los jueces no cumplen su deber o son del equipo de los depredadores. El politólogo Luis G. Balcarce expresaba que, antes, los deshonestos se disimulaban, para ser aceptados por los honestos, mientras que ahora pasa lo contrario.

Además del truco de la sensibilidad social y de Caperucita Roja, los depredadores han desarrollado otras estrategias de supervivencia. Les dicen a todos los demás que permitirles realizar su tarea es la única forma de lidiar con la realidad. Si el jefe supremo es un depredador, no hay problema o el único problema es cómo agarrar un pedazo o una miga que se caiga de su mantel. Pero si el jefe supremo no lo es, entonces los depredadores exigen un pedazo grande de poder para garantizar "gobernabilidad".

Ellos tienen bastante dinero y de ellos aún dependen muchos grupos desahuciados a los que pueden mandar al frente, para robar supermercados o romper vidrieras o aun matar gente indiscriminadamente en una revuelta. Con esos poquitos recursos (¿quinientos, mil, cinco mil?), garantizan la "gobernabilidad" de los 40 millones de no depredadores que debemos someternos a ellos.

En la interna partidaria los depredadores se movilizan para atacar a los independientes y en la externa intercambian fiscales por cargos para depredadores amigos, de esos que son odiados por los que los conocen, pero sobreviven mientras la mayoría no los conozca.

La pregunta es: ¿cómo tener una Argentina previsible, con reglas de juego claras, con la regla de la ley y el Estado de Derecho, con la posibilidad indiscutible de terminar con la pobreza en diez años mediante la generación de empleo y la educación de calidad, con una inseguridad arrinconada, si irresponsablemente nos dominan unos pocos depredadores?

Depredadores empresarios, depredadores de avión privado, depredadores funcionarios entreguistas, depredadores de coima en comedores escolares, depredadores de planes en las villas, depredadores de obras públicas, depredadores del federalismo y del municipalismo: ¿cómo hacerlo?

El presidente Calderón, de México, nos dijo, con Mauricio Macri, que si los carteles de la droga lograban "territorializarse" en la Argentina, es decir, adueñarse cada uno de un territorio, estábamos perdidos, porque allí la violencia se descontrola por los asesinatos entre bandas e intrabandas, y el Estado desaparece. Nos dijo que en su país eso había llevado sólo diez años y que aquí ya íbamos por el segundo.

¿Vamos a entregarles la Argentina de Saavedra, de Belgrano, de San Martín y Lavalle, de Avellaneda y Sarmiento, de Pellegrini y Juan B. Justo, de Roca, de Yrigoyen a los depredadores, para que hagan unos negocitos miserables (enormes por lo formidable que es la Argentina) y para que entreguen a nuestros hijos a los narcos extranjeros?

En el conflicto del campo las poblaciones del interior enfrentaron a un gobierno que no las respetaba. El pueblo votó luego en cada provincia. Ahora, los dirigentes que pongan a la política por delante y a la Patria por delante de la política tienen el deber moral de no tener más miedo y verticalizarse. La Argentina puede llegar a ser lo extraordinaria que es, pero éste es el momento en que lo será o no, dependiendo de quiénes repten por el suelo oscuro y de quiénes respiren el aire y la luz de las alturas.

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