martes, 7 de diciembre de 2010

¿Chismes diplomáticos?

Por José Luis Balbín (Diario ABC, de España)

Es conocida la especie que corre entre “algunos” periodistas: “no permitas que la información te estropee una buena noticia”. ¿Es un principio de periodista? ¿De buen periodista? ¿Sea o no sea una buena información? ¿Y si se trata de una información letal para uno o unos? ¿Salvadora para el mismo o los mismos? Es la gran duda. Hay quien rechaza el principio; hay quien lo practica sin confesarlo. Ejemplos hay de todo tipo. Recuerda a lo de la “razón de Estado”. ¿Es verdaderamente de Estado? ¿De gobierno? ¿De empresa o de partido? ¿De simple hipócrita ganancioso? ¿Para ganar cuánto? ¿Para perder a quién o a quiénes?
Las comparaciones símiles y metáforas pueden ser interminables. Ya lo decía Tomás de Aquino: el fin no justifica los medios. ¿O sí? Entonces ¿hay hay guerras justas? ¿Son injustas todas, incluso las que tratan de evitar un genocidio?
¿Y si se trata combatir el delito? ¿Compadeciendo al delincuente? ¿Más que a las víctimas o posibles víctimas?¿Hasta los casos en que la ciencia niega la posibilidad de terapia suficiente? En estos casos ¿vale todo, incluida la pena de muerte? Dichosos los felices que no tienen o no les preocupa la duda, porque de ellos es la inconsciencia. Son los que se sienten sólo relativamente concernidos por Hiroshima, Nüremeberg, Vietnam, las Torres Gemelas, las represiones en Próximo Oriente… y tantos etcéteras.
Una vez más, la duda se ha hecho mundialmente presente. Unos individuos se han hecho con información delicada sobre los correos diplomáticos entre el gobierno estadounidense. Para empezar ¿es un acto de riesgo osado o un simple robo astuto? ¿Hay que perseguir hasta el catre a sus autores o condecorarlos? Lo que es claro es que si los cazan y pueden, los gobernantes de Washington los brean. Por lo tanto, una vez más, ¿deberían ser protegidos, o fusilados al amanecer? Ya se sabe que los diplomáticos y, por extensión, los políticos necesitan de cierta discreción en sus comunicaciones. Salvo los diplomáticos estadounidenses, entre los que brilla aún más por su ausencia la profesionalización de su trabajo. No ya lo malo, sino lo peor es que entre tantos millares de informaciones cruzadas desde Wikileaks hay de todo: desde chismes impresentables hasta crímenes “de Estado” más impresentables todavía
Ahí es dónde han entrado en juego los periodistas: desde los que consideran un acto de honradez profesional lo que han conseguido, pagado y publicado, hasta los que consideran tal decisión un acto de irresponsabilidad culpable. Eso, sin contar a quienes sólo les corroe la envidia por no haber sido ellos quienes hubieran podido administrar informaciones y chismes.

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