miércoles, 15 de mayo de 2013

La importancia de las radios comunitarias en Santiago

Por Ernesto Picco , editor de Revista Trazos y docente de Ucse, y Conicet-Unse.
Cuando los campesinos de Potrero Bajada se decidieron a poner su propia radio, los empresarios santiagueños les cerraron las puertas, negándose a venderles los transmisores, consolas y demás herramientas necesarias para poner a andar su emprendimiento. Era el año 2005, y tuvieron que irse a Córdoba para conseguir el equipamiento, porque nadie aquí quiso venderles nada. Esta cerrazón organizada en la capital provincial es apenas uno de los obstáculos que las radios comunitarias santiagueñas enfrentan para poder existir. Sin contar que de tanto en tanto, se filtra alguna noticia de ataques a mano armada, atentados y destrozos que sufren las pequeñas emisoras que resisten en el interior santiagueño. Las más de ochenta radios populares y campesinas que se encuentran dispersas por el vasto territorio santiagueño arrastran historias que son sistemáticamente invisibilizadas, y a las que desde la capital, por desinformación o voluntaria negación de su existencia, se les ha dado casi siempre la espalda.
Tres elementos deben tenerse en cuenta si se quiere comprender la importancia y la fuerza que ha cobrado en las últimas décadas el fenómeno de las radios populares en el interior: el avance del modelo sojero, el protagonismo de un sector de la Iglesia Católica, y la resistencia campesina organizada. Veamos brevemente por qué es relevante cada uno de ellos.
Históricamente el nacimiento y desarrollo de los medios de comunicación ha estado ligado a  los escenarios económicos, a las relaciones de los tipos de producción y a los contextos políticos en medio de los cuales emergieron. Las radios populares rurales aparecieron desde mediados de los noventa, momento en que empezaba a profundizarse en Santiago la tensión entre modelos productivos: el modelo de producción industrial, con énfasis principalmente en el cultivo de soja para la exportación, y el modelo de producción de los pequeños campesinos, con emprendimientos  agrícolas y ganaderos para la subsistencia. Se trata de dos modelos en conflicto porque para existir y desarrollarse el primero, ha tenido que llevarse por delante al segundo. La expansión de la producción de soja se ha hecho a expensas de la deforestación del monte santiagueño, y del desalojo de miles de familias campesinas que no tenían regularizada legalmente la propiedad de la tierra en la que habían vivido y trabajado durante varias generaciones.
El segundo elemento que debe señalarse es la presencia de un sector de la Iglesia Católica, representado especialmente por la Pastoral Social y las Comunidades Eclesiales de Base, que históricamente se han instalado en zonas urbanas marginales y zonas rurales con el objetivo de ayudar a nuclear y organizar a la población. Las primeras radios populares y comunitarias de la provincia fueron impulsadas -y muchas aún siguen sostenidas- por estas organizaciones.
En tercer lugar, debe tenerse en cuenta la organización de la resistencia campesina al avance de la destrucción ambiental y la apropiación ilegal de tierras, que se institucionalizó en agosto de 1990 con la creación del Mocase. Si hablamos primero del accionar de las organizaciones religiosas, es porque su presencia se remonta a varias décadas previas a la aparición de estas organizaciones campesinas. En muchos casos estos dos sectores han trabajado como aliados, y en otros los han superado las desavenencias. Por otra parte, hay que decir que no han sido las únicas instituciones que han tenido incidencia en el campo de la comunicación popular y las luchas políticas, económicas y culturales que tienen lugar en el interior santiagueño.

Los  que marcaron el rumbo

Las radios comunitarias defienden los intereses de los campesinos y pueblos originarios en nuestra provincia.
Las radios populares han cumplido varias funciones relacionadas principalmente a poder vincular entre sí a comunidades que se encuentran aisladas. En momentos de tranquilidad, las radios FM, articuladas con las redes de radio base por sistema VHF sirven para hacer circular y ofrecer los distintos productos que elaboran las pequeñas unidades económicas de las familias campesinas, organizar y convocar ferias artesanales o eventos artísticos, o para pedir atención médica. En tiempos de conflicto, sirve para organizarse: cuando hay un desalojo o un enfrentamiento por tierras, la convocatoria a resistir corre por el éter y los miembros de las distintas comunidades se reúnen rápidamente para apoyar a las familias afectadas.
Hasta principios de los 90, cuando apareció la tecnología de frecuencia modulada, en Santiago sólo habían existido dos radios, que trasmitían en AM: LV11, creada en la década del 30, y Radio Nacional, aparecida en los 70.  La nueva tecnología, que permitía mayor facilidad de instalación y trasmisión, permitió que en la capital santiagueña se empezaran a multiplicar las radios como emprendimientos comerciales, con proyectos de programaciones musicales y periodísticas. Fueron los años que aparecieron, entre otras tantas, FM Exclusiva, Medianoche, y Prensa Libre. La primera radio popular apareció en 1997 en Guasayán, cuando la parroquia Santiago Apóstol de esa localidad decidió instalar una emisora con el apoyo del Obispado, la Pastoral Social y Cáritas. La emisora sólo pudo mantenerse al aire durante dos años, sostenida por religiosas dominicas y estudiantes, que poco y nada sabían acerca de cómo sostener una radio. Pero el emprendimiento resucitó en 2001, cuando todo en la Argentina parecía venirse abajo. Según se relata en una memoria de la emisora:
“A mediados del año 2001 asumió la administración la Radio el Diácono Mariano R Ledesma; nuevo vicario parroquial, implementando un nuevo impulso mediante “capacitaciones periodísticas populares y técnicas” para todos sus integrantes, así como para los radio operadores de las VHF rurales (capacitadores a cargo de INCUPO, PSA, FM Estudio Uno UCSE, El Liberal, etc.), impulso que posibilitó la integración de más gente de los barrios periféricos y de sectores del campo que, por falta de conocimientos no se animaban a sumarse. Esto también ocasionó una crisis entre la vieja dirigencia de la radio que, al parecer, solo le interesaban los pocos dividendos que la radio le generaba y no el objetivo original (el para qué) de su creación. Ese mismo año, con donaciones se compraron nuevos equipos VHF para 3 CEB’s, 1 para la FM y 1 para el móvil parroquial; así también se reubicó la FM en la sacristía del templo parroquial, pudiendo dividir la sala de operación de la de locución”.
Casos como este empezaron a replicarse por todo el territorio santiagueño, en cada lugar con sus particularidades, y con la injerencia de diversas instituciones públicas, privadas, religiosas, nacionales e internacionales que se vincularon de distinta manera con estos emprendimientos, no siempre sin mediar conflictos de distinto tipo.
En 2005, los integrantes de la Organización Campesina de Copo Alberdi y Pellegrini (OCCAP), vinculada al Mocase, decidieron separarse de la radio parroquial y fundar su propia emisora en San José del Boquerón, por diferencias respecto a cómo las autoridades de la Iglesia en esa zona estaban tratando el tema del conflicto por la tierra. Con el apoyo de organismos del Estado nacional lograron organizarse y poner al aire su propia radio, donde hoy tienen su espacio las organizaciones campesinas, los productores, y hasta grupos evangelistas que han puesto al aire sus propios programas.
Otra de las radios históricas está en Las Lomitas, al norte de la provincia, que se formó con impulso local del Mocase, el apoyo técnico de la FM La Tribu, de Buenos Aires, y el financiamiento de gobiernos municipales españoles.
Muchas de estas radios comenzaron a vincularse a partir de su integración al Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO), que articula contenidos y una visión nacional de promoción de los medios populares.

Legitimidad, legalidad y futuro
  
Importante rol de la red de Radios del Movimiento Campesino de Santiago del Estero-Mocase-VC.
La aparición y el crecimiento de las radios populares y comunitarios han respondido en Santiago del Estero a la legítima necesidad de las comunidades de organizarse, comunicarse y defender sus derechos. Sin embargo, muchas de ellas han crecido sin las licencias correspondientes que les ofrezcan un marco de seguridad legal. En el contexto de los avances que permite la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en los últimos meses se ha comenzado a entregar licencias a las radios que han realizado las gestiones para regularizar su situación. La FM de la OCCAP fue la primera de 2013 en recibir su licencia, en un acto que contó con la participación de cientos de dirigentes campesinos, dirigentes sociales, funcionarios provinciales y nacionales.
La regularización de la situación de la situación de estas radios les permitirá bajar líneas de financiamiento y capacitación, y defenderse legalmente ante los ataques que habitualmente sufren en sus lugares de trabajo.
Y a pesar de que es sabida la fuerza y la importancia de estas radios en la provincia, no existe información completa que permita realizar un mapa integral sobre la situación de estas emisoras, para conocer sus historias, identificar sus necesidades, alentar su integración y favorecer su crecimiento. En el marco de la regularización legal a la que se aspira, a esta tarea se ha abocado el Foro Santiagueño por una Comunicación Democrática, que ha avanzado en diseño de una encuesta y un relevamiento de radios populares y comunitarias que se llevará adelante durante este semestre en todo el territorio provincial.
Conocer en profundidad la realidad de estos emprendimientos comunicacionales será fundamental para consolidarlos y hacerlos visibles. Se trata de una tarea difícil porque atenta contra los intereses de los que desmontan, de los fundamentalistas del oro verde, de los que se adueñan de la palabra favorecidos por la concentración mediática. Pero hacia esa tarea se avanza, en un momento de cambio de paradigma que significa la aplicación de la Ley de Medios, que ha entendido a la comunicación como un derecho antes que como un negocio, y a la diversidad y visibilización de voces como condición necesaria para una comunicación más justa, plural y participativa.

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