lunes, 16 de marzo de 2009

Cambiar la Ley de Radiodifusión: fruto del pensamiento de la izquierda



Por Julio Bárbaro (Especial para Arena Política) Nota II

Libertad y publicidad

Sería bueno exigir que los medios de comunicación públicos tuvieran prohibida la publicidad privada. De hecho la misma impone un espacio de sospecha en la transparencia de precios y en nada altera los gastos de mantenimiento.

Otro tema distinto es la publicidad del Estado, donde si algún juez liberal considera que les toca a todos por igual es tan solo porque desprecia la democracia. En nuestra realidad el Estado tiene adeptos y enemigos.

Con Carlos Menem y Domingo  Cavallo nos vendieron hasta lo que no teníamos. Esas empresas son las que financian a los opositores al Estado, que al menos este pueda sostener a los otros, a aquellos que por defenderlo no reciben publicidad privada.

Tampoco sirven las radios en manos de las intendencias, en su mayoría terminan convertidas en burocracias sin audiencia.

Y más irracional aún, que por tener la sospecha que quien adquiera un medio es amigo del gobierno intentemos alterar las leyes que rigen las relaciones contractuales. En medio del Estado y lo privado se encuentra el único sospechoso de inocencia, el ciudadano, al que tan solo el empate técnico entre las dos ambiciones lo puede convertir en sujeto libre de optar.

Si el Estado se impone convierte a la sociedad en clientela electoral, cuando el privado no tiene límites la trasforma en habitante de una góndola de supermercado. Ninguna exageración es más inocente que la otra, todo poder exagerado se construye a costa de la libertad de los ciudadanos.

Algunos periodistas se enriquecieron apoyando las privatizaciones, otros adulando a las privatizadas, cuando las opiniones defienden intereses las libertades se asemejan a las esclavitudes. Donde las sociedades están fracturadas y en conflicto, cada sector en pugna genera su propia prensa, donde existe un proyecto común se necesitan normas que organicen la convivencia. Y proteger los localismos, tanto en radio como en televisión cada comunidad debe tener derecho a su propia creación y no a la sola invasión de la metrópolis.

Conclusión

Tenemos radio y televisión en distintas manos y sin riesgos de monopolio. Además un convenio con los EEUU que debemos denunciar para que Radio Continental y Canal 9 no dependan de grupos extranjeros sólo con la argucia de simular sociedades estadounidenses.

Y demasiados humildes sin nada que además le negamos la  televisión como entretenimiento y también como elemento de integración social.

Toda cultura necesita generar su propia imagen televisiva para no correr el riesgo de desaparecer como tal. En eso debemos agradecer que seamos quizás el país del continente que más señales produce y exporta buena parte de sus contenidos a otras naciones.

Debemos autorizar y auspiciar canales locales de alcance limitado para que toda comunidad que lo desee pueda tener su propia imagen.

Y todas estas necesidades exigen tan solo del acuerdo entre el estado y la industria privada, camino que se debe recorrer con todas las dificultades que implique, y nos dejará constancia de cuales son los puntos centrales de la ley que necesitamos.

Hace falta un debate y un intento de acuerdo, luego vendrá la ley, que será tan importante y duradera como la cantidad de voluntades que se encuentren en su forjado.
Para otro tipo de enfrentamientos con la que tenemos nos sobra.

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