martes, 24 de marzo de 2009

No hacerles el juego



Por   Roberto Azaretto    

El ex presidente Néstor Kirchner cree en la confrontación permanente para acumular poder. No es malo pretender construir poder, pero lo que sí es malo es recurrir a cualquier método para obtenerlo y acrecentarlo y no tener en claro qué hacer cuando se goza del mismo.

Las constituciones se han redactado para poner límites al poder, y para controlarlo, porque ante todo están lo derechos de los pueblos y sus libertades. Nadie puede arrogarse ser en defensor del pueblo. La realidad enseña que las banderas en que se envuelven muchos de abanderados de los pueblos, de los pobres, de los humildes, son simplemente la utilización del pueblo para sus fines propios.                      

Cuando se habla de limitación del poder, hablamos de toda la soberanía, sea de un monarca, de una aristocracia o de una circunstancial mayoría electoral. Pueden agraviar las libertades fundamentales un monarca hereditario como una legislatura obsecuente que vota cualquier cosa fuera de lo que marcan las Constitución y las leyes, como un Ejecutivo elegido por el voto popular.

Incluso las repúblicas se convierten en casos degradantes porque se transforman en hereditarias, como pasa en Siria, Corea del Norte y, duele decirlo, en nuestro país.

A Kirchner lo le importa que la república se degrade. Pasa por sobre la Constitución y las leyes, y como ha descubierto que la Argentina no es un campamento petrolero (caso de su Santa Cruz natal), ni todo el pueblo pierde su dignidad cambiando el voto por un bolsín, o un decreto que puede enriquecerlo (porque también hay ricos que no tienen dignidad), busca la confrontación con la sociedad que resiste.

No se confrontan ideas libremente en un debate enriquecedor sobre los destinos del país, sobre su futuro y los caminos para volver a ser un país serio y normal que crezca y de oportunidades a todos. No es malo confrontar ideas en busca de los consensos que pueden convertirse en políticas de Estado.

Se trata de dividir a los argentinos, blanco o negro, los buenos y los malos.
El gobierno ha fracasado, no tiene ideas sobre el porvenir, ha desaprovechado como en ciertas provincias estos seis años de prosperidad mundial con precios para nuestras exportaciones que no teníamos desde la crisis mundial de los treinta. Hay récord de pobreza, no se construyó el equipamiento territorial para logra un desarrollo inclusivo a lo largo y ancho del país. La brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado.

Por eso arremete contra todos, fomentando el odio, buscando silenciar a la prensa independiente, o desesperado ante un  Congreso que se niega desde hace un año a convertirse en una escribanía.

Nos quiere encerrar en una opción de él o el caos, cosa que entusiasma a los mediocres, porque en esas opciones pueden ser elegidos senadores y diputados, como los legisladores nacionales que elegimos en esta provincia en octubre del 2007, que forman el bloque de los supermudos.

No lo logrará porque la sociedad argentina no entrará en la trampa. Los argentinos quieren paz, seguridad, libertad, justicia, progreso. Sólo en la paz y la institucionalidad podremos crecer, sin iluminados ni salvadores de la patria, sin desaforados, sin energúmenos.

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