martes, 5 de octubre de 2010

No es Bonafini, es la Diarquía K


                                             Roberto Azaretto
La catarata de groserías, insultos y lo que es peor el delito de sedición cometido por Hebe Bonafini al proponer el asalto a la Corte Suprema de Justicia de la Nación por las turbas fascistas que estuvieron en la Plaza Lavalle, en el acto contra la independencia del Poder Judicial, ha provocado justificadas muestras de repudio contra esta mujer que ha convertido del dolor de las Madres de Plaza de Mayo, en un negocio rentable para la asociación ilícita en que se ha convertido esa entidad, que en su momento mereció el respeto y la admiración del mundo.
El problema grave es que Hebe Bonafini no habló por ella, como “desquiciada”, -según el calificativo empleado por Mauricio Macri- sino como vocera de Néstor Kichner que desde Nueva York manejó, hasta en sus menores detalles, la movilización y la lista de oradores.
Néstor Kirchner no cree en los valores democráticos, la división de poderes y la independencia del Poder Judicial. Son ajenos a su mentalidad que cree en el poder absoluto para ser el dueño del país.
Claro, la Argentina no está llena de serviles como en algunas de las provincias que viven de la caridad con pueblos de vagos que se han olvidado de la cultura del esfuerzo y el trabajo, y sólo piden limosna condenando a la miseria a sus hijos.
Provincias con dirigencias también serviles con mentalidad de limosneros y algunos vivillos que las desangran en complicidad con los gobernantes, casi siempre fracasados en su vida privada, que en la política ven una posibilidad de enriquecerse y lograr el ascenso social,
Néstor Kirchner está resentido. Sabe que vivimos épocas de final, de final de época. Se acaba la fiesta. Ahora tratarán de negociar, pero por lo menos les espera una larga caminata por los tribunales de la República.
Hoy, a pesar del crecimiento económico, que no es mérito del gobierno, hay más pobres que nunca. Menos gente en la clase media. Hay menos estudiantes universitarios de clase media o de hijos de sectores de menores ingresos.
Hoy hay menos seguridad. Nos dan crédito a tasas superiores a los dos dígitos cuando los países normales de la región consiguen dinero al 4 % anual y ya se habla del 3 %. Todo por el anacronismo, los prejuicios ideológicos y la ineptitud de los serviles que los rodean.
Ya hay signos del deterioro, como la descomposición del oficialismo en el Senado, o el repliegue los intendentes del conurbano bonaerense.
La inflación y la ola de inseguridad abruman a los argentinos. Los países de la región crecen a tasas altas sin inflación.
En cuanto a la inseguridad me remito a las palabras de Marcelo Saín, uno de los mayores expertos en el tema, y que fue funcionario de Kirchner. Se alejó porque un hombre decente, no podía ser subalterno de un personajillo de la catadura de Aníbal Fernández. Dijo: “El problema de la seguridad es porque ni al Presidente ni a ninguno de los gobernadores les interesa el tema. Creen que es un asunto de la policía, ignorando que la policía es una parte del problema”.


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