miércoles, 30 de marzo de 2011

Dale que va

Por Sergio Sinay.
La Presidente y Moyano, juntos en los aprietes a la prensa.
Los jueces dictan sentencias que no se ejecutan. La policía recibe gozosamente órdenes de no cumplir sus funciones. Patotas sindicales amenazan impunes con paralizar el país o directamente paralizan lo que se proponen (diarios, fábricas, rutas) porque algún jerarca millonario corre el riesgo de rendir cuentas por lo que nunca rindió. Ministros impresentables (que articulan penosamente sus evacuaciones verbales) aparecen, cuando aparecen, para tomar por idiotas a los ciudadanos (¿el apriete en Clarín fue un “problema gremial”?, ¿el avión de EE.UU. traía “contrabando”? ¿la inflación no afecta a los pobres?). Empresarios inmorales avalan y se asocian a corruptelas a cambio de más negocios (“Nunca ganaron tanto”, les recordaron desde arriba ante algún amago de pataleo). Escribas devenidos en empleados públicos salen histéricamente a pedir censuras, listas negras y persecuciones (¿y si usaran ese tiempo en ejercitar la gramática, la sintaxis y la verbalización?). La violencia como modo de vida se instala día a día en calles, estadios, conversaciones, vínculos, tribunas.
Se le llama memoria al resentimiento, historia a la manipulación, modelo al dogma, relato a la mentira cien veces repetida, heroísmo a la cobardía, política a la prepotencia.
Mientras tanto, dopada con el dulce opiáceo de las cuotas, la gran mayoría de la sociedad vive su sueño consumista y cómplice.Hasta el próximo corralito.
Sólo abrirá los ojos cuando el despertador, doloroso, suene en su bolsillo, nunca en su conciencia. No está para distraerse en cuestiones morales o éticas. Y la oposición juega su juego de pequeñeces internas y miserables, autista, pusilánime, sin una idea.
En las librerías abundan trabajos sobre cómo fueron los años 20 y 30 en otras sociedades. Años sombríos para la Humanidad. Años de huevo de serpiente. En un país que siempre llega tarde a donde el resto ya pasó y aprendió, esa lectura y esa reflexión no están demás. Acaso alguien despierte a tiempo.

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