Por Roxana Acotto.
El gobierno del “nunca menos ni un paso atrás” empezó a hacer números y anunció un recorte de subsidios y la constitución de una instancia de análisis que podría hacer crecer los tijeretazos al gasto más allá de este primer anuncio.Como primer paso -y todo viaje por largo que sea comienza en un primer paso- es más simbólico que efectivo. Los 600 millones de pesos de ahorro anunciados son menos del uno por ciento del total de subsidios que el gobierno inyecta para mantener en pie el monstruo que creó para sostener su visión heterodoxa de la economía.
Sería algo así como que una persona se ponga a dieta apenas termina de engullir una hamburguesa completa y sólo aparta la última papa frita. Simbólico, nada más. Como comparación odiosa, estos 600 millones de pesos son menos de los fondos necesarios para mantener el demagógico Fútbol para Todos que fue presentando como un negocio que no sólo se iba a autofinanciar con publicidad, sino que con el excedente se iban a promover los deportes olímpicos. Mentiras por las que nunca se pidieron disculpas.
Pasada la borrachera del festejo electoral, los comandantes del kirchnerismo sacaron el piloto automático de la economía y empezaron a maniobrar.
Las restricciones a la venta de dólares fueron la primera medida que desmentía en los hechos el discurso de que no preocupaba la creciente dolarización de los argentinos. Con torpezas y a los ponchazos (el kirchnerismo desconoce la planificación y el método), los bancos y casas de cambios abrieron la semana que termina con un corsé cambiario que habrá que ver cómo evoluciona. Nunca este tipo de medidas fue sustentable en el tiempo, pero el gobierno ya demostró que suele hacer funcionar viejas maquinarias como la ley de abastecimiento y los controles de precios.
Así, mientras los coletazos de la crisis mundial tocan Brasil y ya se hacen sentir en la Argentina (las suspensiones y adelantos de vacaciones en Renault y Volkswagen son dos ejemplos de ello), Amado se volvió a poner -por un rato- el traje de ministro. El recambio del 10 de diciembre está a la vuelta de la esquina y entonces le tocará a otro agarrar el mango.
No es la primera vez que el kirchnerismo se propone bajar subsidios. Ya lo intentó en 2009, y cuando los consumidores recibieron fuertes aumentos en gas y luz, el propio ministro De Vido dio marcha atrás. Se había dado cuenta de que si se tira una rana al agua hirviendo, el animal salta con violencia hacia fuera de la olla. Ahora han decidido poner a calentar el agua fría y empezar a subir la temperatura muy de a poco para que -grado a grado- el proceso pase inadvertido.
El “relato” no hablará de ajuste, pero el ciclo de la expansión sin límite del gasto público parece estar llegando a su fin.
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