Por Pepe Eliaschev
Estoy harto de que me pidan que cambie. ¿Para qué cambiar? Que me lo expliquen, que me den razones para que yo sea diferente, si las cosas van como van. ¿Qué más puedo pedir? En las elecciones del 28 de junio la paliza fue innegable. Soy hincha de Rácing y sé lo que es perder y vivir esperando que termine la malaria. Pero digo una cosa: si me daban por muerto, ¿cómo es que hoy estamos como estamos? Entre el “diálogo” con los contras y el terror a la gripe A, en 20 días nadie se acordaba de que sacamos apenas el 30 por ciento y ellos, por lo menos, el 50.
Me atribuyen ideas y criterios que no son míos. Soy un hombre directo y práctico: voy por las cosas, no como vidrio. Gobernar es conducir. Conducir es ejercer el poder, ocuparlo, usarlo, montarse arriba de él, no aflojar. Cuando digo poder no estoy jodiendo: hablo de empresas, sindicatos, municipios, medios, partidos. El poder funciona con un solo combustible, caja.
No soy un tipo intelectual, lo reconozco. Me da un poco de cosa cuando me veo con los de Carta Abierta. Pero hasta aquí llegué así. Desde 1991 no paro, ¿para qué voy a cambiar?
Me dicen, “pero Néstor, tenés 60 por ciento de imagen negativa, ¡cambiá un poco!”. Están equivocados, a los tibios los vomita Satanás. No me importan esos sondeos de opinión pública. Mientras tenga a Moyano, a los intendentes y a las organizaciones sociales, que se sigan rasgando las vestiduras con la calidad institucional.
En este país se conduce con actitud ganadora y apechugando. ¿Te acordás que después de las elecciones todos aseguraban que lo echaría a Moreno? ¡Pobrecitos! Estaban locos, ¿cómo lo voy a rajar a Morenito cuando lo atacan? ¡Ni mamado! Que cinco tapas en contra de Clarín me pondrían a temblar, decían. ¿Cinco? Ni con veinte, ni con cuarenta tapas me pudieron mover y ahí los tenés, hocicando. Que se irían los horribles y vendrían los negociadores, decían.
No me conocen. Soy un hombre del poder. El resto es secundario. No me lo pueden discutir, voy a los bifes, no entrego, quiero, retruco y vale cuatro, a mí no me corren. En la Argentina es así. Hijos del rigor. No tengo amigos, tengo intereses. Lo que rescato y valoro de los 70 es que la política sólo tiene sentido para discutir el poder, ganarlo y conservarlo. Eso hicimos en la Tendencia entre 1970 y 1976. La JP y los montos eran cuadros de puta madre, tipos duros que luchaban por el poder, no para lograr consensos. Terminemos con las mariconadas: gobernar es conducir, no buscar acuerdos con el enemigo, no jodamos.
Se cagan de miedo con mi audacia. ¿Pensaban que después del 28 de junio se terminaban las cachetadas? ¡Pobres ilusos, no se dan cuenta de que para sacarme del medio tendrán que inventar alguien más audaz! Imposible, olvídense, sólo nosotros podemos y para eso queremos el poder.
Los asombra que por primera vez el poder lo ejerce un tipo que no abdica atributos. Voy al frente. Los desprecio y no les tengo miedo. No sé que pasará en 2011, pero tendré fueros desde el 10 de diciembre, y en el peor escenario, si pierdo el ballottage en 2011, me quedo al frente de la oposición.
Después de 20 años en el gobierno, me consta que aquí el romanticismo no corre. Todos tienen precio. Yo pago bien, no me da náuseas, no me siento ensuciado cuando manejo efectividades conducentes. ¿Entendés? Mirá los diputados y senadores que les sacamos. Y vamos por más. Muchos ni cobran, les hacen un favor a sus jefes o referentes, y se agachan. Además, no todo se paga con dinero. Mirá los periodistas y los intelectuales. Muchos, es cierto, se conforman con una pauta de la AFIP o del Banco Nación, pero otros son pavos reales. Quieren hacernos reportajes, viajar, mojar un poco, transmitir el fútbol. ¿Te imaginás si conseguimos televisar en cadena el Mundial de Sudáfrica con el uruguayo y Marcelo? Cada uno necesita algo y el mejor conductor es el que sabe con qué pagarle a cada quien.
Por eso estoy tranquilo y duermo bien. Cristina es un motorcito, funciona una barbaridad, hace todo lo que a mí me aburre y no quiero hacer. Viaja, da discursos en el culo del mundo, recibe las cartas credenciales de los embajadores… Rafa me tenía loco pidiéndome que les diera bola a los embajadores, a los presidentes, a los capos de las multinacionales, pero ya se lo dije a Bush en la Casa Blanca, allá por 2003. Tranquilo, le dije, y le di una palmadita en los muslos. El tipo estaba loco con los zurdos que avanzaban, que Lula, que Tabaré, que Chávez. Tranquilo le dije, somos peronistas. Pero ni loco me meto en el malambo del protocolo, eso lo hace Cristina y mejor que yo.
Lo mío es el poder, nada más, pero nada menos. Por eso insisto, no jodamos, se necesita poder, manejar empresas, controlar jueces y juzgados, agujerear a los opositores, tener con rienda muy corta a los intendentes, usar los recursos desde un comando chico, pero compacto y ejecutivo.
¿Que tengo muy mala imagen? ¡No me hagas reír! La tengo previsionada, como dicen los contadores cuando un crédito deja de ser honrado. Gobierno y lo seguiré haciendo, aún cuando me hablen de mi “mala imagen”. La tendré, pero tengo el poder. Poder es audacia, actitud, ganas, fuerza, tenacidad. No cuenten conmigo para arreglar y buscar “denominadores comunes”, esa es una forma maricona de ver la vida.
Es lo que hice con los medios. No contaban con mi voluntad. Con quienes se podía hacer negocios, todo bien, arreglamos y andan como un relojito. Daniel y Sergio son tipos piolas y saben que conmigo no hay rollo, así que tienen radios, revistas, diarios, ¿cuál es el problema? A los otros les dimos para que tengan, y no saben lo que se viene. Ya se los dijo Cristina con palabras más finas: “Se acabó el mito de la prensa independiente”.
Estoy feliz, tranquilo, vamos ganando, no nos para nadie. Soy muy cabeza dura y esto es lo único que me importa en la vida. Fumá y dormí sin frazada. Hay Néstor para rato.
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