Miles de comprovincianos del interior siguen viviendo en ranchos. No tienen agua potable ni caminos ni transportes. Son los excluidos.
Cuando se enferman viene al hospital Ramón Carrillo; al Regional, que lo construyeron Juan Domingo Perón, María Eva Duarte de Perón y el más grande de todos, el santiagueño Ramón Carrillo.
Para colmo de males, ese santiagueño del interior y enfermo que cree que llegándose a la Capital va a volver sano, se da un frentazo que lo marca para el resto de su vida. Claro, advierte que los médicos, enfermeros y personal cobran $600 por mes y que integran la larga lista de “trabajadores en negro”. Encima, comprueba que el hospital no tiene insumos.
Esto ocurre hoy, en 2009, por la ignorancia, la mediocridad y la insensibilidad de funcionarios para quienes parece que la Salud no es la prioritaria y, consecuentemente, creen que no se merece una política de Estado en serio y ejecutada por profesionales capaces; que Santiago, afortunadamente, tiene muchos.
¡Qué distinto sería el trato y la estadía a nuestros hermanos del campo que se enferman si sus gobernantes, en lugar de coquetear con autódromo, Terminal de Ómnibus y costaneras (en LasTermas y en la Capital), echaran una mirada al que fuera el gran hospital Regional que nos dejó Ramón Carrillo!
Muchos dirán que lo sugerido es como pedirle peras al olmo, porque la mediocridad y la ineptitud se han instalado en el gobierno. Un ejemplo son las fotos que ilustran esta nota. “Abandono total”, sería el título que mejor sintetizaría el mensaje de las notas gráficas.
En verdad, es como que los que nos gobiernan no tienen pertenencia santiagueña. Vienen de otro lado. Ni siquiera leyeron a Ramón Carrillo y no saben, por ejemplo, que fue el fundador de la Medicina Social. O que entre 1946 y 1954, con el apoyo de la Fundación Eva Perón y como ministro de Salud Pública (el primero que tuvo la patria), Ramón Carrillo levantó hospitales, institutos de especialización, centros materno-infantiles, escuelas técnicas, laboratorios e instituciones de diagnóstico, hogares-escuela, centros sanitarios y de salud en todas las provincias. Y que encabezó exitosas campañas contra el paludismo, sífilis, tifus y tuberculosis entre otras enfermedades, a las que erradicó definitivamente.
Los que detentan el gobierno de Santiago del Estero, si no cambian el manejo de la cosa pública, pronto van a pasar al olvido aunque se autotitulen radicales-kirchneristas y no sabemos cuántos otros rótulos de “pogres” (el ministro de Justicia Ricardo Daives autoelogió, recientemente, diciendo que su gobernador es militante de las causas populares) deberían entender que jamás se puede alcanzar el grado de “popular” si se descuida una materia como la Salud Pública. Están como confundidos: creen que van a ser populares porque apoyen con fondos (muchos y de más) a Quimsa, o a la “marcha de los bombos” o al Festival de la Chacarera.
Daives (que ahora analiza como si fuera politólogo a su gobernador), debería leer un poquito para no regalar la condición de “popular” a cualquiera cacatúa. Ramón Carrillo (de cuna santiagueña) se dedicó al estudio, al trabajo y al compromiso con los que menos tienen. Por ello fue un verdadero prohombre del campo popular, con un aporte trascendente.
Volvamos al hospital Regional. Gerardo Zamora tendría que proceder a una cirugía sin anestesia y rodearse de capaces y bien informados para elaborar una política de Estado en materia de Salud.
Y, de entrada, habrá que atender los reclamos y otorgarles un buen pago a los trabajadores del sector (hay camas llenas de pacientes pero vacías de médicos) y, muy especialmente, ordenar controles estrictos a fin de que las compras de insumos lleguen a los hospitales (porque al Regional, por ejemplo, más de la mitad queda en el camino), y refaccionar las instalaciones que, en verdad, están abandonadas.
No es aconsejable que el gobernador firme y autorice “obritas” que no son otra cosa que “parches”, como la que se ha iniciado y que cuesta cerca de 4 millones de pesos, en los fondos del Regional. Además, porque este emprendimiento está sospechado de que se adjudicó en forma directa (sin licitación pública y casi silenciosamente) a un supuesto “empresario” allegado a uno de sus más altos funcionarios.
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