domingo, 5 de septiembre de 2010

Carta al espíritu luchador de nuestro pueblo

El autor de la carta.

José Luis Zavalía
Queridas santiagueñas y santiagueños:
Ha llegado la hora de la verdad. Los santiagueños tendremos una extraordinaria ocasión para demostrar nuestro temple. La hora de elegir entre el prepotente opresor que derrocha el dinero de su pueblo para seguir aumentando sus desvergonzadas riquezas materiales o el luchador tenaz que se ha atrevido a desafiarlo, pese a tener como herramientas de combate, nada más que su coraje y la palabra.
Ha llegado la hora de elegir entre un Goliat tuerto, gigantesco, opulento, que mira únicamente para el lado de la habitación oscura donde guarda sus riquezas materiales, amenazando a los habitantes de su pobre pueblo con un gran garrote y fuegos artificiales y vanos o un David que ha surgido como su único oponente, casi desnudo, nada más que con su pequeña honda en las manos, pero arropado con la energía poderosa de las almas esperanzadas de todo un pueblo generoso, que lo acompañan en su valiente lucha.
En el Santiago colonial había, según la leyenda, una ciudad llamada Esteco. La riqueza de sus gobernantes era famosa por todo el imperio español. Transportados en carruajes de lujo, sus patrones solían pisar sobre las espaldas de un indio arrodillado para bajarse. Y si se les caía alguna moneda de oro o plata, la dejaban abandonada para no correr el riesgo de ensuciar con polvo de la acera sus blanquísimas manos. Mientras tanto el pueblo, los indios esclavos y los españoles pobres, subsistían como lacayos temblorosos y morían trabajando en las minas o en los campos para sostener la obscena ostentación de sus señores.
Hoy Santiago se parece a esa Esteco. Que fue comparada por los predicadores de aquel tiempo con las antiquísimas Sodoma y Gomorra. Ya que como en Sodoma y Gomorra, ante la aflicción del pueblo, se practicaban allí, asimismo, las mayores degeneraciones.
Esteco fue destruida por Dios, según la leyenda. De un día para otro, un vendaval terrible o un terremoto, la borró del mapa.
Tal vez haya llegado el momento de que esta obscena ostentación de poder, esta perversa acumulación de riquezas en base a los sufrimientos del pueblo, esta afrenta a la voluntad de Dios tenga final de parecida manera.
Que un vendaval de votos, un terremoto de dignidad popular, borre la persistencia inmoral de un régimen vicioso y depredador, que pretenden prolongar hoy quienes han traicionado a su partido, a sus amigos y a su pueblo. Y han hecho de la Traición y el Dinero sus principales ídolos perversos.
¡Este 5 de septiembre los espero bien temprano, en las mesas de votación de toda la ciudad, con los brazos abiertos!
¡A ganar, por un futuro de verdad, trabajo y progreso para nuestros hijos!

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