domingo, 5 de septiembre de 2010

Hay que votar o no quejarse después

Votar es un deber y un derecho.
Muchos se quejan por el gobierno, porque sube el pan, el azúcar o la harina, porque hace veinte años alguien rompió el foco de la esquina y la municipalidad no lo cambia, porque el vecino que es concejal conoce una prosperidad súbita. Quizás esos mismos que se quejan, luego, cuando llega la hora de votar, se quedan tranquilamente en sus casas. ¿A qué voy a ir? Si el resultado está cantado, además todos son iguales.
Son los dos principales errores que cometen de los ciudadanos de buena voluntad y pocas ganas de involucrarse con la suba de precios, el estado de la vía pública o la corrupción que se adueñó de todos los estamentos de la política. Porque su enojo por estas y otras cuestiones, finalmente se podría sumar a la irritación de miles que piensan igual que ellos, lo que se traduciría en un cambio de actitudes y acciones de los políticos.
El desinterés por el funcionamiento de las principales instituciones de la república es lo que hizo que estas instituciones se fueran debilitando o corrompiendo, hasta llegar a ser lo que son hoy, burdas imitaciones de lo que deberían ser, poderes que son apéndices degradados de otros poderes que manipulan cargos, magisterios y honras a su antojo.
Por eso, hoy, amigo, cuando faltan sólo unas horas para que se cierren las mesas de votación, te pedimos que te involucres, que vayas a votar. Queremos que sepas que tu voto es importante, que con vos podríamos derrotar a la corrupción, y que sin vos la tarea se hace mucho más difícil. Andá a votar, porque no comes de ningún político y que quieres que tus hijos vivan una ciudad y una provincia mejor que esta, en la que no te roben los impuestos que trabajosamente pagas, una provincia en que el político esté al servicio tuyo, una provincia en la que los jueces sean justos y no siervos del Ejecutivo, que los diputados discutan de acuerdo a sus ideas y no a lo que les mandan los gobernantes.
Si votas, una provincia distinta es posible. Si te quedas en tu casa, después no te quejes, porque tendrás merecido el destino que elegiste.

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