sábado, 25 de septiembre de 2010

La última nota de Alén en El punto y la coma

En agosto del año pasado, Luis Celestino Alén Lascano, fallecido hoy, publicó uno de sus últimos artículos en la desaparecida revista "El punto y la coma". Reproducción a modo de homenaje al más fructífero de los historiadores santiagueños.
Luis Alén (circa 1970).
El contraste entre dos centenarios
En aquellos días plenos el poeta cantaba “Feliz quien como yo ha bebido Patria / en la miel de su selva y de su roca”. Era la celebrada Oda a los ganados y a las mieses con que Leopoldo Lugones, el vate de tradicionales ancestros santiagueños entonaba su celebración del primer centenario de Mayo. Y como en lírico contrapunto, el otro poeta mayor de antiguo linaje santiagueño pedía a la patria: “Levanta la mágica testa / cíñete el casco de bronce y de oro / y como el día feral de la gesta / canta a tus hijos un himno sonoro”. Con su Oratorio Lírico, Ricardo Rojas, como un eco poético brindaba sus honras al centenario de 1810.
Las grandes voces de la cultura nacional se unían en una rapsodia espiritual que al unísono con el país rendía tributo a la grandeza del país y su seguridad en el porvenir venturoso que le esperaba. En contraste con ello, la injusticia social oprime a la clase trabajadora reprimida violentamente en sus protestas obreras que estallan en la bomba que una noche trágica enturbia las fiestas del teatro Colón. Pero todo ello no logra alterar los ánimos predispuestos a los grandes festejos, inauguraciones, publicaciones y figuras internacionales llegadas al país para unirse al gran acontecimiento: la Argentina, la del Canto triunfal de Rubén Darío festeja sus primeros cien años de existencia independiente, a la cabeza de los pueblos americanos y entre los primeros puestos del mundo.
Santiago del Estero vivía entonces el despertar artístico de su venero musical y se asociaba a la conmemoración nacional con actividades a tono con los festejos de todo el país. Un nuevo gobierno se iniciaba después de la renuncia de Dámaso Palacio y ese año, a Manuel Arañarás le iba a tocar presidir los actos programados. Ellos se anticiparon con la jubilosa recepción brindada al primer Obispo de la restauración diocesana, monseñor Yaniz y Paz, que asumió el 17 de mayo de 1910. A la semana siguiente tuvieron lugar los homenajes al Centenario de 1810.
La noche del 24 de mayo se inauguró el monumental teatro 25 de Mayo con grandes bailes sociales en su magnífico salón de los espejos de su primer piso, y el debut de la compañía lírica de la Scala de Milán, dirigida por Gino Golisciani, con la batuta del maestro Marranti. Ese magnífico coliseo a tono con los mejores por su majestuosidad edilicia, su perfecta acústica y el complejo de áreas destinadas a todas las manifestaciones artísticas, iba a ser desde entonces hasta la actualidad y el futuro, la mejor contribución y saldo del primer Centenario patrio que quedó en Santiago del Estero. A tono con esto, quedaron en vías de ejecución, la estatua recordatoria del único santo que pisó tierra santiagueña, San Francisco Solano, de cuya muerta se conmemoraban ese año los 400 años y cuyo monumento planeado para descubrirse en 1910 se demoró en su construcción hasta julio del año siguiente. Y también se descubrió la piedra fundamental, el mismo 25 de mayo, del moderno edificio proyectado para una escuela monumental de nivel normal, que construiríase con fondos nacionales dipuestos en recordación del Centenario de Mayo.
Grupos estudiantiles imbuidos de fervor patriótico hicieron guardia en la plaza Libertad para esperar el día 25, y matizaron esa madrugada con canciones y marchas, poesías y discursos laudatorios del acontecimiento que vivíase con hondo fervor popular. Y esa mañana después del tradicional Te Deum,un multitudinario desfiles civil, militar y escolar dio la pauta del entusiasmo que enmarcó los festejos, mientras tanto, pasaba con escasa repercusión pública, la asunción presidencial de Roque Sáenz Peña, nuevo mandatario nacional. Sin embargo, Santiago no había perdido el ritmo de los acontecimientos del país y su intensa vida cultural trasuntaba la participación de nuevos valores llamados a dar brillo a las letras, la poesía y el cultivo intelectual que ahora renacía fuertemente. Ese año aparecía la revista Sarmiento, órgano de la docencia local, que diría Pedro Almonacid, destacado maestro y director de la escuela de ese nombre. Los versos de Mateo Segundo Olmos, Marcos Figueroa y Guillermo Abregú Virreyra revelan a jóvenes cultores de la rima más sensible, en los años en que iniciábase la dramaturgia de Alejandro Gancedo y Carlos Schaeffer Gallo, que habrían de consagrarse después en los más altos niveles autorales.
Contemporáneamente y en menor nivel que el nuevo teatro 25 de Mayo, el empresario y comerciante francés Pablo Mazure inauguraba una sala de espectáculos frente a la plaza Libertad, que añadía además, proyecciones cinematográficas. Era el Pasatiempo del Águila, donde llegó a actuar la compañía de José Tallaví con los Espectros, de Ibsen, y a fines de 1910 se presentó la Compañía de Comedias Nacionales dirigida por Antonio Supparo con los actores Elías Alippi, Arturo Mario y Herminia Manzini. Poco después, el 15 de julio de 1911, allí habría de hacer su debut don Andrés Chazarreta con su inédito espectáculo folklórico llevado al Pasatiempo del Águila por habérsele negado el escenario del teatro 25 de Mayo…
Así coincidían las más diversas manifestaciones culturales en aquel año del Centenario. La Nación publicaba un libro especial referido a la vida nacional, con la magnífica introducción de Joaquín V. González, “El juicio del Siglo”, y en sus páginas Baltasar Olaechea y Alcorta participaba con una historia de los 100 años vividos por Santiago del Estero, en crónica acorde con su tradición histórica. Asimismo Miguel Ángel Garmendia, prestigioso historiador y gran figura de los medios intelectuales, publicaba en Buenos Aires su libro “Una página de historia argentina. La Revolución de Mayo y la Provincia de Santiago”, piedra fundamental de la historiografía santiagueña, donde aparecían documentos inéditos sobre su participación en los asuntos revolucionarios.
Así vivióse 1910 en Santiago del Estero con todo lo mejor de su existencia cívica, cultural, religiosa y patriótica, en una digna celebración de nuestro primer centenario. Y ahora, en las vísperas del Bicentenario que el país recordará con verdadera unción, pareciera que nada se prepara y las invocaciones a la magna fecha no parecen tener miras de concretarse pues ni siquiera se ha designado una comisión oficial destinada a programar los festejos. Si bien tampoco lo ha hecho el gobierno nacional, preocupado por sus avatares políticos manudos, en vísperas del Sesquicentenario de 1960, el gobernador Eduardo Miguel elegía una comisión que se preparaba para organizar los actos. E igualmente el gobernador César Iturre lo hacía en vísperas del Quinto Centenario del descubrimiento de América a fin de esperar preparados las ceremonias correspondientes. Hasta ahora sólo conocemos los trabajos, que continúan lentamente, para reinaugurar la antigua Casa de Gobierno construida por el gobernador Manuel Taboada en 1868 frente a la plaza Libertad, y darle una hermosa perspectiva edilicia e histórica al antiguo edificio. Solamente conturba el espíritu el anuncio de la instalación en ese lugar del Museo Histórico, dejando la casa solariega de los Díaz Gallo, que fuera la preocupación de Orestes Di Lullo, por salvar ese único testimonio de una construcción del siglo XVIII, que constituye el lugar ideal para funcionamiento del museo, que bien podría trasladar parte de su numeroso patrimonio a la antigua casa de Gobierno y mantener las dependencias propias en custodia de otras pertenencias.
Otra benemérita perspectiva historiográfica la constituye el anuncio de la próxima reedición de las Actas Capitulares de Santiago del Estero, que se guardan en una agotada edición que hizo la Academia Nacional de la Historia en 1941-1951. La concreción de esta iniciativa legará a la posteridad una obra imperecedera y de difícil acceso para las nuevas generaciones, y ese será un digno homenaje al segundo centenario de la Revolución de Mayo. Es de esperar entonces, que se agreguen otras noticias a las que enunciamos para que Santiago no desentone en la evocación patriótica del Bicentenario y marque rumbos, acordes con sus antecedentes históricos, para insuflar al país entero la necesaria fe y recordación del destino patrio.
©El punto y la coma y el autor.

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