sábado, 25 de septiembre de 2010

Recordando a Luis C. Alén Lascano

Hebe Luz Ávila

No tuve un contacto muy cercano con Luis Alén Lascano. Confieso que cuando yo era más joven, su figura y su gesto algo adusto me producían -aparte de merecido respeto- cierta intimidación. Al acercarme y saludarlo, la presencia de su delicada y simpática señora – siempre a su lado- contribuía a darme más confianza.
Alguna vez, Ricardo Taralli me comentó su admiración por  él, especialmente por un detalle personal que conoció al escribir juntos un libro: “No sabes la capacidad de trabajo que tiene. Y la disciplina. Él trabaja con horarios que cumple a rajatabla”
Hace apenas dos años, desde la conformación de la Academia de Ciencias y Artes de Santiago del Estero,  nuestro trato se volvió más asiduo, y con motivo de este Bicentenario, tuve la satisfacción de que me invitara a su programa en la radio de la Universidad Católica. Y de nuestra sustanciosa conversación frente a los micrófonos, quedó  evidenciada nuestra coincidencia de pensamiento.
No podía ser de otra manera, porque desde muy joven, y a través de mi padre, me inicié en la lectura de sus libros. Recuerdo la fuerte impresión que me causara su Juan Felipe Ibarra y el Federalismo del Norte. Devoré luego su Homero Manzi - Poesía y Política, el más completo estudio sobre aquel genial santiagueño que un día decidió escribir “letras para los hombres”.
Y así una tras otra sus publicaciones, hasta las dos últimas, que tuve la inmensa satisfacción de que él personalmente me hablara por teléfono para anunciarme que quería regalármelas... y hasta dedicármelas.
Cuando debo reflexionar ante la muerte, siempre encuentro en las sin par Coplas  de Jorge Manrique una inagotable fuente de verdades. Y así, ante el lamento compartido por la pérdida de una personalidad tan respetada, de un santiagueño tan valioso, que tenía tanto para dar todavía, busco los consabidos versos que reconforten:
“No se os haga tan amarga
la batalla temerosa                 
que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dejáis.”
Y es que, según el pensamiento de su medieval autor, hay tres vidas: la terrenal, que hoy terminó para nuestro admirado maestro, la que él llama “de la fama”, es decir seguir vivo en la memoria, algo que sin duda Alén Lascano se ganó con creces con sus libros, con sus enseñanzas, con su ejemplo:
“…que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.”
Sólo nos queda pedir para su luminosa alma la tercera vida, la verdadera, la eterna, la de la gloria de Dios.    

Currículum
Vaya este aporte de su currículum abreviado, tal cual aparece en el reciente libro Sitiales, de la Academia de Ciencias y Artes de Santiago del Estero.
Académico integrante de las Academias Nacionales de la Historia, Sanmartiniana, Argentina de Ciencias de la Comunicación, de Ciencias y Artes de San Isidro, de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina, del Instituto Güemesiano, del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Comisión Nacional de la Reconquista, Corporación de Científicos Católicos, Centro Argentino de Investigadores de Historia y las Juntas de Estudios Históricos de varias provincias argentinas. Miembro cofundador de la Academia de Ciencias y Artes de Santiago del Estero. Profesor por concurso de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, y desde 1996 profesor consultor de la misma. Autor de numerosas obras de historia, ciencia política, folclore y literatura. Entre ellas “Juan Felipe Ibarra y el Federalismo del Norte” premiada por la Comisión Nacional de Cultura del Ministerio de Educación Nacional en 1970, “Pablo Lascano un precursor de la literatura regional”, Tucumán 1969; “Historia de Santiago del Estero” de interés provincial por la Subsecretaría de Cultura en 1992.  Últimamente han aparecido: “Los orígenes de Santiago del Estero”, 2006; y “La Salud pública en Santiago del Estero”, 2009.

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