lunes, 14 de diciembre de 2009

No nos olvidamos de Raúl Domínguez


Hay que seguir demandando justicia para Raúl Domínguez, el empleado de la dirección general de Rentas de la provincia que fue asesinado por haber testimoniado sobre los robos de los poderosos que se cansaron de estafar al fisco pagando dos pesos cuando tenían que desembolsar miles y millones de pesos. Los maleantes se servían de timbradoras apócrifas, y el pobre Domínguez detectó uno de esos documentos timbrados con la máquina trucha, denunció y encontró la muerte.

En el gobierno de la provincia, desde el gobernador Gerardo Zamora, pasando por su ministro “instructor y juez de facto”, Daniel Daives, y hasta los fiscales y jueces, siguen mirando para otro lado. La idea es que nos olvidemos del “caso Domínguez”.

El asesinato de Domínguez es la expresión más acabada de que Santiago del Estero tiene gobernantes, legisladores y jueces inhumanos. Simple. Todos saben, desde el mandamás hasta el último ciudadano, que Raúl fue citado y “levantando” por la policía de la provincia con el pretexto de que diera su tercer testimonio. De Delitos Económicos desapareció.

Fue crucificado por policías golpeadores que procuraron “apretarlo” a fin de que modificara su testimonio y sacara de sus acusaciones a algún ministro de Zamora y a fuertes empresarios, amigos del gobernador. Domínguez encontró la muerte simplemente por no cambiar sus dichos. No quiso mentir. Se plantó en decir la verdad y por eso lo mataron.

Todo, además, con conocimiento e instrucciones del ex juez del Crimen Juan Antonio Jorge, pariente político del ministro Daives. Más tarde, el también ex juez (hoy premiado con una vocalía de un tribunal de Alzada), Gustavo Herrera, también se hizo el distraído pese a los testimonios y videos que demuestran que Domínguez desapareció de Delitos Económicos; como desapareció ese último testimonio donde figuraban todos los ladronzuelos que estafaron a Rentas.

“No nos olvidamos de Domínguez”, título de esta nota, debe ser también la frase que sintetice la bandera de protesta y rebeldía de los santiagueños bien nacidos, a pesar de que los gobernantes, los diputados, los jueces y la prensa zamoristas nos quieran entretener (y hasta envenenar) con la novelita del “caso Julio Alegre”.

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