Aunque los argentinos dicen, con mucha retranca, que su país está permanentemente en crisis, lo cierto es que la tormenta política y judicial de las últimas horas ha hecho tambalearse a las instituciones del Estado. Sobre todo al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien ha encontrado la horma de su zapato en una jueza federal que el viernes no dudó en echar abajo los dos últimos decretos de la presidenta. El primero, encaminado a financiar deuda pública con 6.500 millones de dólares de reservas del Banco Central; y el segundo, firmado para destituir al presidente de esta entidad, Martín Redrado, por negarse a ejecutar su orden. El fallo de la magistrada deja claro que son decisiones arbitrarias y de abuso de poder, puesto que el Banco Central es un organismo independiente del Ejecutivo y sólo el Parlamento puede decidir sobre el uso de sus fondos. Redrado fue, por tanto, restituido a las 24 horas, provocando la cólera de Kirchner, que ayer se negó a acatar la decisión y dijo que todo es una «conspiración política y mediática».
El surrealista conflicto entre el gobierno y el banco -que ahora tiene dos gobernadores simultáneos- ha hecho saltar las alarmas por el temor a que la economía argentina -la tercera de Latinoamérica- caiga en un nuevo abismo, cuando el país no se ha recuperado aún de las secuelas del corralito de 2001. El viernes, el valor de los bonos se hundió, a la vez que se disparaba el riesgo de la deuda. En España se sigue el caso con gran preocupación, porque somos el principal inversor allí, con un 40% del negocio extranjero.
No es éste el primer gran revés que sufre la autoritaria Cristina Kirchner en sus planes económicos. Su primer año de mandato estuvo marcado por la fallida pretensión de imponer una espectacular subida de impuestos al sector agrario, respondida con una larguísima huelga y una caída en picado de su popularidad de la que no se ha recuperado. Después, su incapacidad para controlar la inflación, sus nefastas medidas populistas -incluida la nacionalización de compañías como Aerolíneas Argentinas- y el gasto descontrolado de
Las cosas pintan muy mal para los Kirchner -no se puede olvidar que muchos de los problemas actuales los heredó la presidenta de la anterior etapa de gobierno de su marido Néstor-. Y las encuestas confirman el hartazgo de los ciudadanos en la mala gestión, la corrupción y el nepotismo que rodea al matrimonio, cada vez más aislado políticamente. Incluso otrora fervientes partidarios como el defenestrado presidente del Banco Central, Redrado, ahora se afanan en marcar distancias para intentar salvarse de la previsible quema política de los Kirchner.
La derrota de su partido en las legislativas del verano ya dejó al oficialismo sin mayoría en ninguna de las dos cámaras del Parlamento. Pero Cristina, lejos de interpretarlo como un aviso del electorado, se ha dedicado a hacer más patente aún su desprecio por la división de poderes, gobernando -igual que hacía su marido- a golpe de decretos. Sin embargo, ahora
Editorial del diario El Mundo, de España.
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