Quizás los blogs como éste o los sitios de internet que con tanto ahínco han tratado de tumbar en numerosas ocasiones algunos desocupados, pagados quien sabe por quién, no sean tan leídos, todavía, como los numerosos diarios y pasquines que circulan –en papel- todos los días, por las calles de Santiago. De hecho, salvo tres o cuatro, los demás no figuran en los grandes contadores de visitas que se consultan en la red.
Pero es indudable que su efecto es el mismo o mayor que si tuvieran una sala de redacción con periodistas, secretarias, jefes, cafés enfriándose en los escritorios, máquinas de fotos, grabadores, reuniones diarias, diagramadores, teléfonos sonando interminablemente, hora de cierre, noticias de último momento, páginas filmadas o hechas en papel vegetal, chapas, planchas, rotativas, tinta, canillitas y un sistema de distribución que asegura la llegada de cualquiera de ellos a los más alejados rincones de la provincia.
Al tiempo que se restringió al mínimo la publicación de noticias políticas en los medios tradicionales de la provincia y en los que los lectores llaman “pasquines”, comenzaron a florecer los medios críticos del gobierno sobre todo, en internet. Es decir que el nacimiento de las noticias digitales, tiene un origen directamente proporcional a la ausencia de notas políticas en papel.
Lo que antes circulaba por los cafés, a veces interesadamente y ocasiones no tanto, pero siempre de manera dudosa, halló en la red un nuevo camino para abrirse paso de forma eficaz y muchas veces certera. Ahora es “lo leí en la web”, lo que antes era “lo dice el diario”.
Algunos de estos sitios de internet han dado primicias que los diarios se animaron a publicar meses o años después como si hubieran encontrado una primicia exclusiva. Ya no tienen el monopolio de la información. Es cierto que bajan casi todas sus noticias a la red, pero al ser las mismas que publican en papel o que durante el día refritan de los grandes medios, pierden todo interés para los curiosos internautas, que en una sola mañana pueden leer diarios aparentemente contradictorios como La Nación, Clarín y Página 12 de la Argentina ; El País, ABC y El Mundo de España y cientos de otros portales no tan conocidos que también tienen información cierta. Y útil.
A pesar de que no son tan leídos, estos sitios tienen la ventaja de que sus noticias se propalan con mucha más rapidez que los pesados medios tradicionales. La gente repite su información con más entusiasmo, con más ganas, sabe perfectamente que “si non e vero, e ben trovatto”. Además, una noticia leída aquí tiene el sabor de la novedad y de que luego se estará divulgando en el café o en el trabajo con los amigos, algo que estaba destinado a permanecer en secreto.
Pensando mal, si alguno de los periódicos fuera, siquiera levemente crítico de su gestión, cada tanto, cuando lo necesitara, el gobernador Gerardo Zamora o quienes ocupan el cargo de censores, podría pedirle que levante el pie del acelerador de los ataques. Si hoy se viera precisado a que los grandes medios lo ayuden de esta forma, no podrían, porque más que Dios no se puede ser. Y él es un dios intocable y perfecto (por ahora y solamente por ahora, mientras conserve el poder), para la mayoría de los cronistas santiagueños.
El gobernador, ha perdido más de la mitad de largas entrevistas con periodistas amigos tratando de desmentir lo que publican los sitios de internet. Alguno de los numerosos asesores rentados que lo rodean debería avisarle que si aflojara un poco la mano sobre lo que se publica, si se permitiera a los periodistas acreditados escribir sobre lo que observan en la Cámara de Diputados o en los Concejos Deliberantes, o lo que realmente sucede en el Palacio de los Tribunales o la Jefatura de Policía, o los partidos políticos o los gremios afines y no afines, la gente volvería a creer en los grandes diarios, a los que tantos favores hace con el pago de una pauta publicitaria que no se corresponde con los resultados esperados.
La democracia nunca ha sido tan injusta, como en estos últimos tiempos, con quienes piensan distinto de los que mandan.
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