martes, 19 de octubre de 2010

El peor miedo

Por Sergio Sinay

Hubo épocas en la historia de la Humanidad en las cuales el miedo se convirtió en una fuerza determinante de creaciones y de transformaciones, algunas de tipo científico y tecnológico, otras de tipo moral y ético. La actual no es una de esas eras. Se trata de un tiempo curioso, en el cual la ciencia, la técnica e incluso los manipuladores políticos disfrazados de estadistas prometen seguridades absolutas, ofrecen el fin de la incertidumbre. “En nuestra sociedad, dice con lucidez el filósofo vasco Daniel Innerarity, muchos miedos son debidos al incremento de la seguridad”. Tenemos tanto más de lo que se tuvo en otros tiempos, que a veces sentimos que no importa lo que nos queda por lograr como lo que podemos perder. Cuanto más tienes más temes. Entonces el peligro está en todas partes y, sobre todo, está en el otro, que se vuelve sospechoso, de quien nos alejamos, frente a quien ponemos barreras.
El miedo de hoy ya no impulsa a nuevas experiencias, a nuevas formas de solidaridad, a nuevas creaciones en el orden social. El miedo de hoy paraliza, empequeñece, nos hace abrazarnos a pertenencias materiales, a morir por ellas. Y es un fabuloso negocio para quienes venden cosas concretas que prometen que nada te ocurrirá, para quienes venden inmorales promesas políticas, para gurúes de todo tipo que buscan adeptos a cambio de falsas seguridades. Nunca como hoy el miedo ha sido contagioso e inoculable, nunca como hoy nos ha hecho olvidar quienes somos, que pertenecemos a una especie frágil, que, sin embargo, hizo de su fragilidad su fortaleza al aceptar vivir con la incertidumbre y trascenderla a través de los vínculos, del arte, de la organización de sociedades en las que cada quien supo mirar al otro (al diferente, al semejante) como parte del mismo todo. No hay peor miedo que el que nos borra la consciencia y la memoria.

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