martes, 16 de agosto de 2011

Hay opositores y no hay oposición

Por Sergio Sinay.
Hay opositores patéticos, que se disfrazan con la ropa, la imagen y la memoria de su padre (esa memoria los sobrevivirá). Hay opositores inmutables, capaces de resucitar como si tal cosa después de haberse autodescalificado y abandonado la política. Hay opositores que, como Narciso, se enamoran de su imagen de impolutos e iluminados jueces y con su rigidez terminan por quitar consistencia a lo que denuncian (lástima, porque lo que denuncian es verdad). Hay opositores soberbios y sectarios, capaces de destruir cualquier consenso desde la altura de sus egos. Hay opositores vacuos, productos del marketing. Pero también es cierto que hay opositores dignos, que pueden hablar de lo trascendente y no sólo de lo inmediato, a quienes se puede escuchar sin crispación, que no se arrodillan por un voto, que no descalifican aunque les falten el respeto, que hablan de lo que nadie habla (la salud, los niños, la educación, los jubilados, los olvidados y un proyecto de país) y que no responden a las encuestas sino a un ideario que heredaron y proviene de fuentes históricas dignas. Los hay, y son más de uno.
Lo que no hay es oposición. No hay oposición de la sociedad a la corrupción, a la inmoralidad, al oportunismo, a la especulación, al clientelismo. La sociedad muestra una masa crítica de egoísmo, es materialista hasta el tuétano, adoradora del vellocino de turno, anémica de empatía, no quiere que la molesten mientras consume. Esa sociedad será “progre”, conservadora, guevarista, centrista, derechista o lo que resulte necesario siempre que no la molestan mientras cambia el auto, el depto, el celular, la compu, el LCD, mientras va y viene de Miami o mientras le den futbol, milanesa y circo aunque no haya para todos.
Fabián Casas (la voz más original, coherente y poderosa que encuentro en la literatura argentina de hoy: lean Ocio o Los lemmings) define extraordinariamente esto en un lapidario ensayo titulado El gordismo, incluido en su libro Breves apuntes de autoayuda. Explica Casas que el gordismo (adorador confeso o vergonzante de Maradona), en su versión pobre sólo aspira a una vuelta olímpica y en su versión clase media “lo único que le importa -caiga quien caiga- es que no le toquen el culo, el cable y los ahorros”. El gordismo, sigue Casas, reina desde hace 30 años, es “de derecha y humano” y puede y suele ser amigo del “tinelismo”. El gordismo es democrático, agrego por mi parte, recorre toda la escala social. Vota. Y después dirá “Yo no lo (la) voté”. Mientras reine el gordismo, la corrupción, el facilismo, la desmemoria, el oportunismo y el clientelismo no tendrán oposición. Aunque haya opositores que merezcan ser escuchados.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin desperdicio. Brillante. Felicitaciones.