martes, 16 de agosto de 2011

Las razones del voto K

Por Ceferino Reato, periodista y escritor, su último libro es Operación Primicia.
Las imágenes de la crisis en Europa y Estados Unidos, con el pico de los disturbios y la represión en Londres, seguramente le aportaron a Cristina Kirchner muchos votos, junto con la bonanza del consumo y del empleo en el país, en especial si se compara la situación actual con la crisis de finales de 2001 y principios de 2002.
Poco importa si esa bonanza se debe más al precio internacional de la soja o a las acertadas medidas del gobierno. La clave, al menos para entender el resultado del domingo, es que esa recuperación económica se ha producido durante el kirchnerismo. Y por eso el oficialismo ha podido sacar réditos electorales de esa situación.
La crisis de 2001/2002 fue tan profunda que parece haber moldeado bastante la cultura política de los argentinos. Ocurrió y sigue ocurriendo con los alemanes, cuya aversión a la inflación se debe al recuerdo, todavía vigente y transmitido de generación a generación, al estrago que produjo la suba de precios al final del periodo conocido como la República de Weimar, que antecedió al nazismo y a la Segunda Guerra Mundial.
La misma aversión se da en Estados Unidos pero con el desempleo, recuerdo del principal flagelo de la Gran Depresión de 1929.
El fantasma de la crisis global y el recuerdo de 2001, “aliados” al kirchnerismo.
En nuestro caso, la crisis de 2001/2002 se identifica con el desempleo y con la falta de dinero hasta para viajar en colectivo. En consecuencia, podemos “bancar” que haya inflación y hasta hemos desarrollado algunos instrumentos para defendernos de ella o para moderar su efecto, pero lo que no soportamos es la idea de la falta de trabajo.
Por eso, la propuesta del gobierno de utilizar todos los instrumentos a su alcance para sostener el empleo y el consumo ha sido acompañada por el voto de la mayoría, en especial frente al peligro, no importa que sea cierto o no, de que la crisis global se derrame sobre nuestro país.
En este sentido, el gobierno es mucho más atractivo para la mayoría electoral que una oposición desparramada y sin un liderazgo único.

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